CAPÍTULO 253. El precio de intervenir.
Capítulo 253
El precio de intervenir.
El llanto del bebé llegó como un ruido ajeno a aquel lugar. No tuvo la fuerza de una celebración; fue un hilo, un latido que se abría paso entre la respiración agitada del quirófano improvisado y los pitidos de los monitores.
Teresa no pudo verlo. Su cuerpo, exhausto, apenas respondía. Había parpadeado, notado luces, manos y voces; había sentido al bebé deslizarse y luego la oscuridad la había alcanzado de golpe. La anestesia había hecho su trabajo en el umbral entre la vida y la muerte. Ahora respiraba con esfuerzo, con la cara pegada a la almohada, y cada vez que intentaba hablar, la garganta le jugaba una trampa de aire y silencio.
Saira no se movía de la cabecera. Tenía el rostro manchado de sudor, las manos firmes. Los guardias que la habían reducido cuando tomó el arma la miraban con una mezcla de incomodidad y alivio. Nadie había querido que las cosas llegaran hasta ahí; y, sin embargo, ahora había que lidiar con las consecuencias.
El médic