CAPÍTULO 101. El eco de la verdad.
Capítulo 101
El eco de la verdad.
La fianza cayó como una puerta que se abre: de golpe, con aire caliente y humedad que olía a libertad y a peligro. Gabriel salió de la comisaría con una documentación bajo el brazo y la mirada cosida por la tensión de quien sabe que todo lo que diga y haga ahora será diseccionado.
Sus abogados negociaron, mostraron pruebas —copias, pericias, el testimonio notariado de Diego— y, pese a las resistencias, lograron la libertad provisional bajo medidas restrictivas. No era una absolución; era una ventana.
Frente a la comisaría, la madrugada seguía húmeda, pero la prensa ya había llegado. Cámaras, focos, voces que se superponían en una cacofonía lejos de ser informativa. Un enjambre que olfatea sangre y titulares. Lo pintaban como lo que querían: un violento que había entrado en la mansión y golpeado a un adulto mayor en silla de ruedas.
Un hombre peligroso. Un hijo malagradecido fuera de control.
Gabriel avanzó en línea recta. No habló al principio. Sus