A la mañana siguiente, muy temprano, Lyra y Raffael ya estaban despiertos y listos para dirigirse a la dirección que habían encontrado.
El trayecto les tomó más tiempo del esperado, ya que la dirección resultó estar lejos del centro de la ciudad, en una aldea remota, rodeada de montañas.
—¡Qué hermoso es el paisaje aquí! Aunque por la noche debe haber poca iluminación —comentó Lyra.
—Sí, pero el aire es muy fresco. Estoy cada vez más convencido de que papá escondió a Elia en este lugar —respondió Raffael, sin apartar la vista del camino.
Raffael sospechaba que Antonio y Elia tenían una relación especial. No era lógico que Antonio hubiera creado una sala exclusiva como una galería de fotos de Elia si no fuera así.
Desde la noche anterior, Lyra había apagado su teléfono a propósito para evitar que Adrian rastreara su ubicación.
Recordaba que Adrian había activado el GPS de su móvil para conectarlo con el suyo. Al principio, ambos acordaron hacerlo para garantizar la seguridad de Lyra.
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