Ilayen posó sus manos sobre las de ella recorriéndolas por sus hombros anchos y fuertes para que ella pudiera sentir todo lo que se le había desarrollado. La tela de su túnica se había soltado dejando todo su torso expuesto para que ella pudiera palparlo. Por sus brazos mucho más grandes que cuando se había ido, cada curvatura, cada vena marcada sobre estos y ella los iba dibujando con sus dedos. Incluso las manos de Ilayen la soltaron y ella siguió explorando.
Una vez que repasó sus brazos sintiéndose satisfecha no tardó en llegar a su pecho mucho más grande y fornido de lo que recodaba, hasta sus manos se sentían pequeñas. Lo escuchó reírse un poco ante sus roces, quizás porque estaba tan sensible que le provocaba cosquillas. El vientre a continuación era duro y marcado, ya antes era así, pero ahora parecía más sólido.
-¿Te gusta lo que has tocado hasta ahora?- lo escuchó preguntarle.
Asya alzó la mirada deseando poder verlo en ese momento. Seguro que la expresión del lobo era todo