Mundo ficciónIniciar sesiónLa mañana en la posada White Hart era fría y húmeda. Ashford se presentó allí sin anuncio, con la capa todavía empapada del rocío, y pidió que le condujeran al cuarto trasero, donde acostumbraba a escuchar noticias lejos de oídos ajenos. Tenía la mirada de quien buscaba respuestas que no siempre llegan con cortesía.
El espía de la cicatriz aguardaba, inquieto. Cuando Ashford se sentó frente a él, dejó la bolsa de monedas sobre la mesa, pero su mano no tembló; la furia se apretaba en la mandíbula.
—Hablad —ordenó.
El hombre carraspeó y ofreció su informe: las visitas al mercado, la doncella que sale temprano, pequeños gestos en los jardines. Palabras sueltas m&







