Mundo ficciónIniciar sesiónEl despacho olía a cera y papel húmedo.
En la chimenea, el fuego ardía con una calma engañosa. Lord Ashford, impecablemente vestido, observaba a su interlocutor sin hablar, como quien evalúa un arma antes de decidir si la usará.El hombre al otro lado del escritorio —delgado, nervioso, con las manos manchadas de tinta— evitaba su mirada.
Llevaba semanas huyendo entre las sombras de París, y ahora temblaba ante la serenidad gélida de aquel inglés.—Vuestros contactos os dijeron que el Halcón estaba muerto —declaró A







