Mundo ficciónIniciar sesiónEl carruaje avanzaba por un paisaje que parecía hecho de ceniza y silencio.
A ambos lados del camino, los campos eran llanuras heridas, marcadas por surcos de artillería y árboles calcinados. De vez en cuando, una iglesia en ruinas o una granja abandonada recordaban que allí, no mucho tiempo atrás, había habido vida.Gabriel dormitaba con el hombro vendado, el rostro pálido bajo la luz gris de la mañana.
Eleanor, frente a él, lo observaba con una mezcla de ternura y determinación. Cada vez que el carruaje se sacudía en un bache, temía que la herida volviera a abrirse.






