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CAPÍTULO 06🌼 HADES Y STELLA🌼

Hades se puso en pie con determinación y expresó:

“Quiero ver a Stella. Si me permite, quiero ir a su habitación”.

El Duque Alejandro manifestó con respeto:

“Está bien, señor Hades”.

Sofía, con intención de acompañarlo y quizás acercarse más a él, se levantó rápidamente y dijo:

“Yo lo guiaré, señor Hades. Después de todo, la mansión es grande y no quiero que se pierda”.

Hades aceptó, aunque sintió que no era realmente necesario, y juntos comenzaron a caminar por los pasillos hacia la habitación de Stella.

En el camino, Sofía con voz baja pero firme, le dijo:

"Mi señor, sé que vino a ver a mi hermana, pero quiero decirle algo. Ella ha estado muy enferma, algunas veces actúa como si estuviera loca. También me preocupa usted; debería buscar a otra princesa que esté sana, me preocupa que no pueda cumplir con el rol de esposa, después de todo, yo he cumplido la mayoría de edad".

Hades la miró directamente y contestó con firmeza:

“Señorita Sofía, ¿Qué insinúa con lo que dice? Debería tener cuidado con sus palabras. Yo elegí a Stella; ella será mi esposa”.

Sofía, con lágrimas en los ojos que pretendían expresar preocupación genuina, aunque sus verdaderas intenciones eran otras, dijo:

“No quiero que me malinterprete, soy hermana de Stella y quiero cuidarla. Quiero lo mejor para ella. No quiero que se convierta en una falta de respeto para usted.”

Hades la analizó con la mirada fría y clara, observando que sus palabras estaban vacías y su preocupación falsa.

Con voz firme y autoritaria, respondió:

“Señorita Sofía, no pretenda ser alguien que no es. Después de todo, yo puedo hacer que esa máscara de preocupación falsa se rompa en este momento, señorita.”

Sofía, abrumada y humillada por la contundencia de Hades, tartamudeó:

“Disculpe, yo solo quería ayudar…”

Hades no mostró indulgencia, y dijo:

“¿Esta es la habitación de Stella?”.

Sofía sintió que sus intentos de manipulación habían fracasado totalmente y que el hombre frente a ella no había caído bajo sus encantos ni engaños.

“si”. Ella se retiró, completamente enojada, pensaba que lo tendría para ella, nada salió como esperaba.

Sabía que Stella era la mujer que había elegido y nada ni nadie cambiaría esa decisión.

Al estar frente a la puerta de la habitación de Stella, Hades tocó suavemente la puerta y escuchó una voz suave desde dentro:

“Adelante...”

Al entrar, vio a Stella de espaldas, sentada en un pequeño banco vestida con un hermoso vestido amarillo.

Stella hablaba preocupada:

“Mary, he arruinado el vestido, acabo de derramar mi bebida en el vestido, todo por estar asustada y nerviosa. ¿Cómo podré verlo a él? Tal vez se enoje conmigo...”

Pero la voz gruesa que respondió no era la de Mary, sino la de Hades.

“No hay problema, no importa lo que tengas puesto, se te verá bien”.

Stella se puso en pie y se giró al escuchar esa voz tan imponente. Al ver a Hades frente a ella, con un traje muy elegante, se inclinó para saludar:

“Me da gusto volver a verlo y saludarlo, mi señor Hades. Me disculpo por mi mala presentación, he estado muy nerviosa y algo enferma, tanto que he arruinado mi vestido.”

Hades con una sonrisa, la vio con ternura, encontrando algo entrañable en esa sinceridad y esa vulnerabilidad.

“Tranquila, te ves hermosa”.

Su tono era suave, tratando de calmar la ansiedad que veía en sus ojos, quería que ella se sintiera bien.

Stella bajó la mirada con un leve rubor, susurrando:

“Lo siento por no haber ido a recibirlo, mi señor. Me disculpo por eso, le prometo que no volverá a pasar.”

Hades se acercó con una sonrisa tranquila y dijo:

“No importa, solo quiero que estés bien. Vine a verte y traje algunos regalos para ti.”

Stella, modesta, respondió:

“Mi señor, no es necesario…”

Él la interrumpió con firmeza, pero con ternura:

“Sí lo es, después de todo, serás mi esposa”.

El tiempo pareció detenerse en ese instante, donde la intimidad y la promesa de unión empezaban a entrelazarse en sus corazones.

Hades se sentó en la cama de Stella, dirigiéndose con calma:

“Ciro, trae los regalos”.

Con esas palabras, un portal se abrió y de él emergió un joven de cabello blanco, cargando muchas cosas en sus manos.

“Stella, él es Ciro, mi secretario”. dijo Hades.

Ciro se inclinó respetuosamente y expresó:

“Es un gusto en conocerla, señora. También estaré para servirle en lo que necesite.”

Después de entregar los objetos, Ciro regresó por el mismo portal por donde había salido.

Hades se acercó a Stella con un hermoso ramo de flores.

“Estas flores son para ti.”

Stella, con una mezcla de sorpresa y timidez, aceptó las flores,

Hades tomó una de las cajas, notablemente más grande que los demás, y se acercó a Stella con una sonrisa. Abrí la tapa con cuidado y mostró el contenido:

“Este es el vestido que usarás para nuestra boda. Ya quisiera verte con él puesto.”

Stella quedó completamente sorprendida al ver el vestido que aún estaba guardado en la caja.

“Es hermoso...” susurró ella.

Hades se alegró de verla impresionada y añadió:

“Me alegra saber que te gusta. Nos casaremos en dos días, en el Salón Imperial. Muchos nobles estarán presentes, y quiero que tu familia esté allí”.

“Por eso decidí que se realizará ahí”.

Stella observaba al hombre que tenía frente a ella y notaba que, aunque por fuera parecía un ser serio, frío y lleno de poder, había en él una dulzura y calidez inesperadas. Bueno, eso pensaba ella, sin saber que realmente era la única que recibía ese trato tan especial y tierno por parte de Hades. Aunque, para otros, no era lo mismo.

Hades se acercó más y miró a Stella con seriedad y ternura a la vez:

“Ya es hora de irme. Quiero que descanses bien, Stella. Pero si tú quieres, puedes venir conmigo, al inframundo”.

Stella, con voz tímida pero decidida, respondió:

“Solo espérame hasta que nos casemos, mi señor.”

Hades se aleja un poco, diciendo sus últimas palabras antes de retirarse

“Está bien, nos vemos en dos días”.

Hades se retiró del lugar y atravesó el portal que lo llevó de regreso al castillo del inframundo, su reino oscuro y majestuoso.

Al llegar, fue recibido por el silencio profundo y la sombra envolvente que caracterizaban aquel frio castillo, cuyas paredes estaban tapizadas con obsidiana y decoradas con esculturas que evocaban a la muerte en todas sus formas

Al darse cuenta de que el castillo del inframundo era demasiado oscuro y sombrío para que Stella viviera cómodamente, Hades llamó a su secretario Ciro:

“Ciro, hay que redecorar el castillo. Quiero que sea un lugar más acogedor para Stella, algo que la haga sentir en casa”.

Ciro ascendió y comenzó a planear cambios que suavizarían la austeridad del lugar, incorporando elementos más cálidos y elegantes, sin perder la majestuosidad propia del reino de Hades.

La decoración incluiría jardines interiores con flores y plantas de tonos vivos, iluminación tenue pero cálida, y tapices y muebles que combinarán la riqueza del inframundo con el confort necesario para que Stella se sintiera amada y protegida. Ya habían pasado dos días y el castillo del inframundo estaba mucho más iluminado. Los pasillos que antes eran oscuros ahora tenían una luz suave y cálida, y el jardín estaba lleno de hermosas flores que daban vida y color al lugar.

Hades recorrió el castillo con satisfacción y dijo:

“Ciro, buen trabajo.”

Ciro respondió respetuosamente:

“Gracias, señor.”

Con la mano en la puerta de la entrada principal, Hades anunció: “En tres horas partiremos al imperio, al castillo de Solvary...”

Por otra parte, en la casa Ducal Lennox. Stella había terminado de arreglar su cabello y, antes de ponerse el vestido de novia, decidió recorrer la casa de su padre una última vez. Cuando el tiempo se acortaba y faltaban apenas dos horas para la ceremonia, decidió regresar a su habitación para vestirse y dirigirse al palacio real.

Al entrar a la habitación, para su sorpresa, vio a Sofía con su vestido de novia, el mismo que Hades le había regalado.

Con una mezcla de desconcierto y autoridad, Stella preguntó:

“Sofía, ¡¿Qué haces?!”

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