Stella avanzaba con paso firme por el majestuoso pasillo del palacio, acompañada del brazo fuerte y protector de su padre. Su mirada estaba fija en Hades, quien esperaba en el altar con su habitual puerta fría y elegante. Su cabello oscuro estaba peinado hacia atrás, y su traje negro, tan característico de él, le quedaba impecable, resaltando una elegancia que podría conquistar a cualquier mujer. Sus ojos rojos, intensos y penetrantes, no se apartaban ni un segundo de ella. Ella, por su parte, se sentía nerviosa y vulnerable, tan absorta en él que apenas prestaba atención a los murmullos y miradas que la rodeaban.
Al llegar al altar, Stella tomó la mano extendida de Hades, respondiendo a su gesto con suavidad. El sacerdote que presidía la ceremonia iniciada con voz solemne:
“Nos hemos reunido en este maravilloso lugar para unir a esta pareja en matrimonio...”
Pero la paciencia de Hades era limitada. Rodeado de nobles cuyas miradas y pensamientos lo molestaban, sentía un peso en su men