En otro lado, Hades estaba detrás de un escritorio en su oficina, algo pensativo.
Una voz interrumpió sus pensamientos: “Mi señor, ¿Qué tanto piensa?” Hades levantó la mirada y respondió con sinceridad: “Ciro, en una semana iré a buscar a Stella a su casa. Nunca he estado casado, así que no sé qué hacer.” Ciro sugirió con prudencia: “Mi señor, debería llevarle flores y regalos. De todas formas, ella dejará su hogar, es bueno tener una buena relación con ella y su futuro suegro.” Hades frunció el ceño y confesó: “No sé qué le gusta a ella, es la primera vez que la empiezo a distinguir. Por cierto, ¿Dónde está el informe que te pedí? Ciro se acercó con un expediente en su mano: “Disculpe, mi señor, a eso venía. Esto es toda la información que se recolectó sobre la futura señora.” Hades tomó el informe con interés, consciente de que conocer más sobre Stella era crucial para lo que estaba por venir. “Dime, ¿Qué fue lo que encontraste de Stella?” “Mi señor, su padre es el Duque Lennox y su madre la Duquesa Elizabeth, quien lamentablemente falleció en un accidente de carruaje. El duque tiene dos hijos mayores y la menor es la señorita Stella.” Luego añadió: “El Duque volvió a casarse con la hija del Marqués Soler y trajo a la familia a su hija, la señorita Sofía, pero ella no estuvo entre las jóvenes que fueron traídas al castillo.” Hades frunció el ceño y preguntó con interés: “¿Por qué razón no estuvo?” Ciro respondió con un tono serio: “Se eligieron a las chicas más hermosas y de buen corazón para ser traídas al castillo, pero la señorita Sofía al igual que su madre, ocultan algo extraño. Además, hay tensiones dentro de la familia que el Duque no sabe, la futura señora ha sufrido acoso por parte de esas dos damas.” Hades se inclinaba pensativo, comprendiendo que no solo la belleza, sino también las intrigas familiares y las percepciones jugarían un papel crucial en ese juego de poder que se avecinaba. “¿Eso es todo?” preguntó con voz seria, sin apartar la vista de su secretario. Ciro ascendió, respondiendo con respeto: “Sí, mi señor. Esta es toda la información que hemos podido recopilar sobre la señorita Stella Lennox hasta ahora”. Hades, todavía pensativo, habló con Ciro mientras miraba por la ventana: “Me siento algo enojado... Ciro, prepara los mejores regalos y un hermoso ramo de flores para Stella.” Se volvió y preguntó con interés: “¿Cómo va el vestido de novia?” Ciro, con una ligera sonrisa, respondió: “Ya está casi listo, mi señor. Es un vestido que está quedando muy hermoso, acorde con su estatus y belleza.” Hades ascendiendo con determinación: “Entiendo. Yo mismo lo entregaré. Quiero que todo sea perfecto para ese día, creo que mejor iré a verla y después de dos días nos casamos”. Habían transcurrido unos días y Hades se preparaba para partir hacia la casa ducal de la familia Lennox. Mientras tanto, Stella, con un hermoso vestido amarillo adornado con flores, miraba nerviosa por la ventana la llegada esperada de Hades. Se sintió nerviosa y algo asustada, preguntándose para sí misma: “¿De verdad me casaré con alguien así?” En la entrada de la mansión, el Duque Alexander, su esposa Amelia, Sofía y algunos sirvientes esperaban atentos. De repente, una sombra oscura apareció frente a ellos, como una grieta en el aire, un portal del que emergió un hombre alto, vestido con un traje elegante. Dos caballeros imponentes lo seguían de cerca, mostrando grande autoridad. El silencio llenó el ambiente mientras todos observaban al recién llegado, cuyo porte y presencia anunciaban que ese encuentro cambiaría el destino para siempre. El Duque Alexander Lennox, de linaje noble e influyente, era un hombre respetado en su casa y en muchas ciudades. Cuando Hades llegó, Alexander habló con dignidad y cortesía: “Bienvenido, señor Hades. Soy Alexander Lennox, Duque de esta casa. Ella es mi esposa Amelia y mi hija Sofía”. Sofía no pudo evitar mirar a Hades con asombro; su presencia era impresionante y su belleza penetrante, algo que nunca había visto. Hades, con mirada inquisitiva, preguntó: “¿Dónde está Stella? No la veo entre nosotros, ella debería estar aquí”. El Duque Alexander respondió con calma: “Mi señor Hades, discúlpeme por ello. Mi hija ha estado algo enferma y se encuentra en su habitación.” Luego agregó con tono de cortesía: “Es mejor que entremos a la mansión para continuar esta conversación”. Hades los siguió, mientras entraban a la mansión, él apreciaba la imponente belleza y lujo del lugar, digno de un duque. Fue llevado al amplio salón de invitados, elegantemente decorado con muebles antiguos, cortinas de terciopelo y candelabros brillantes que iluminaban con calidez el ambiente. En ese momento, los hijos mayores del Duque llegaron al salón. “Disculpen la tardanza, señor Hades. Estábamos en la Academia”, dijo un joven con porte noble. Se presentó con un ademán cortés: “Soy Arthur Lennox, y él es mi hermano Louis Lennox”. Hades los recibió con una leve sonrisa y respondió: “Es un gusto conocerlos, jóvenes duques”. Arthur y Louis, con la educación y la etiqueta propias de su linaje, observaban a Hades con respeto y cierta curiosidad, conscientes de la importancia que tenía ese momento para toda la familia Lennox. Hades observó a la familia, con firmeza dirigió sus palabras. “Como saben, estoy aquí porque Stella se convertirá en mi esposa en dos días.” Amelia pareció sorprendida y exclamó: “¿Cómo que en dos días? Pensé que vendrías hoy por ella.” Hades explicó con calma: "Ese era mi plan inicial, solo quería firmar los documentos de matrimonio. Pero decidí cambiarlo. Quiero tener una boda, y ya todo está organizado. Hablé con el emperador y usaremos el Salón Real para la ceremonia". Una mezcla de sorpresa y curiosidad recorrió el rostro de los presentes. El Duque Lennox, no tan feliz con las palabras de Hades, dijo: “Entonces tenemos dos días para prepararnos”, comentó el Duque Alexander, no se sentía feliz con la idea del matrimonio, sin embargo, él debía aceptarlo como padre de Stella.