Mundo ficciónIniciar sesiónLa luz de las lámparas de aceite apenas disipaba las sombras en las oficinas privadas del Templo de Amón. Imhotep, el Sumo Sacerdote, se sentaba a la cabecera de una mesa de ébano, su rostro iluminado por el parpadeo de las llamas. Frente a él, un pequeño grupo de nobles, hombres de mediana edad con rostros serios y expresiones de descontento, escuchaban con atención. Serket, la escriba del templo de Isis, permanecía de pie en un rincón discreto, con un papiro en las manos, fingiendo organizar documentos pero su oído estaba agudizado captando cada palabra.
—La situación en Menfis es delicada, mis señores —dijo Imhotep—. El Faraón, en su infinita sabiduría, ha delegado demasiada autoridad en manos… inexpertas.Uno de los nobles, un hombre corpulento, asintió con vehemencia. —El Comandante Ahmose es un guerrero, sí. Pero la logística de las rutas comerciales, la administración de los recursos del templo… son asuntos que requieren una mano más… t






