Mundo ficciónIniciar sesiónAhmose hizo una señal discreta a sus hombres, que estaban estratégicamente posicionados a lo largo del desfiladero. El plan era simple y directo: una emboscada rápida y decisiva.
—Ahora —susurró Ahmose.En un instante, la quietud del cañón se rompió. Los hombres de Ahmose surgieron de sus escondites, bloqueando el paso por delante y por detrás. Las espadas desenvainadas brillaron bajo la tenue luz del amanecer. Los contrabandistas, tomados por sorpresa, apenas tuvieron tiempo de reaccionar. Uno de ellos intentó desenvainar su arma, pero un golpe certero de un guardia lo desarmó. La resistencia fue mínima. La sorpresa y la superioridad numérica de la guardia real fueron abrumadoras.Ahmose se acercó a la carreta, con su mirada fría y autoritaria. Los contrabandistas estaban inmovilizados, sus rostros pálidos por el miedo. Khafra supervisaba la inmovilización de los hombres.—¿Quiénes son? —preguntó Ahmose






