Cirice es aquella sirena que dejó todo por amor y pese a lo que todos creen, no tuvo un final feliz a lado del príncipe de sus sueños, ahora con una segunda oportunidad, con un corazón más duro, siendo la esclava de una hechicera egoísta y la protegida de un temible y frío tiburón blanco, se enfrentará de nuevo al mundo de los humanos para recuperar el corazón del mar una joya mágica que puede dominar las aguas y no solo eso, hallará el amor en quien menos creyó. Una historia llena de piratas, seres sobre naturales, codicia, un triangulo amoroso, venganzas y magia. Perdió todo por amor ¿Cometerá el mismo error?
Leer más¿Conoces la historia de «La sirenita»? Sí… esa que habla de una sirena joven y enamorada, que lo tenía todo. Tenía un padre complaciente, pero con mano firme que gobernaba con puño de hierro y sabiduría el fondo del océano. Era un rey piadoso y justo, pero tampoco era alguien que dejara al azar las cosas. Todos lo amaban y lo respetaban, lo único malo es que tenía una hija bastante testaruda y rebelde, por no decir estúpida y malcriada. La juventud la hacía creerse indestructible y, sobre todo, la hacía sentir que tenía la razón en todo lo que ella decidiera.
Si han oído la historia sabrán al punto al que voy. La sirena se enamoró de un príncipe: era guapo, joven, ojos radiantes y una belleza que atrapaba a cualquiera. Lo conoció en un barco a mitad de una tormenta. En ese entonces los humanos no conocían mucho sobre lo caprichoso que puede volverse el mar cuando lo desea y claro, aparte de eso, la joven sirena había faltado a sus deberes para cubrir su necesidad de ver el mundo terrenal.
El rey estaba muy molesto por ello y no podía ocultar su enojo tan fácil, la prueba era que cada vez que perdía la cabeza, el mar se volvía una trampa mortal para cualquier valiente que decidiera surcarlo, era la forma más sutil que tenía de mandar un mensaje, así la pequeña niña estuviera escondida en el rincón más lejano y profundo del mar, los ciclones eran tan fuertes que escucharía perfectamente bien el llamado de su padre.
En ese momento el imbécil fue el príncipe, queriendo festejar su cumpleaños en una fiesta en su barco favorito con sus marineros. ¡Qué tonto fue! Pero supongo que no era su culpa, no contaba con recibir el escarmiento por algo que no había hecho y tal vez fue eso lo que motivó a la sirena a salvarlo, no solo el hecho de saber que era un hombre guapo y joven, después de todo, aunque viviera en el mar no significaba que en sus pequeños escapes hacia las costas no se hubiera percatado de algún que otro joven con tales características; tal vez fue el hecho de ver como el príncipe perdía su felicidad, a su tripulación y a su barco y todo porque la pequeña sirena no había llegado aún a casa y su padre estaba haciendo todo un alboroto.
La vida es a veces tan cruel, como si le divirtiera ponernos trampas en el camino, viendo en qué momento caeremos y perderemos la cabeza destruyendo todo a nuestro alrededor, haciendo que la fortuna que ya tenemos y no valoramos la perdamos de forma triste; supongo que le gusta alimentarse de nuestro arrepentimiento.
Esa noche, durante la tormenta, la joven sirena firmó su sentencia, asistió al príncipe herido y lo llevó hasta la costa, luchando contra la marea y el viento que los asolaba. Aunque sabía que la zona más segura era debajo del agua, estaba consciente que el príncipe no lo soportaría y se ahogaría, así que continuó nadando con todas sus fuerzas. Por un momento parecía que no lo lograría, pero su corazón aguerrido la hizo luchar hasta el final, esforzarse por ese miserable humano que en ese momento parecía tan inocente y vulnerable ante la fuerza ciclónica de su enojado padre.
Ante todo pronóstico, ella logró llevarlo a la orilla de la playa a primeras horas de la madrugada, se acostó a su lado viéndolo fijamente, dándose cuenta que por lo menos, de la cintura para arriba, no era tan diferente como siempre se lo habían hecho saber, lo que no entendía en ese momento la joven e inexperta sirena era que su padre no se refería al físico. Él entendía la crueldad que estos seres podían cargar en su corazón, lo entendía porque había sufrido por la culpa de ellos de inimaginables maneras y aprendió por la mala sobre la crueldad de los humanos, de su egoísmo y avaricia; temía que sus hijos y su gente sufriera lo mismo, pero claro, a la edad de 16 años y viendo todo de lejos no alcanzas a comprender la gravedad de las cosas.
La sirena estaba hipnotizada por el príncipe, los motivos eran muchos, tal vez su belleza, tal vez el tenerlo tan cerca, más cerca de lo que había tenido a cualquier criatura con dos piernas en toda su vida; tal vez el compromiso que se adjudicó cuando le salvó la vida, la lástima de verlo casi perecer en el mar y volverse alimento de tiburones. Son muchos los motivos como ya mencioné, pero algo era seguro, en ese momento ella creía que tenía que permanecer al lado de ese hombre, lo había escogido para darle toda su atención y hasta cierto punto se sentía convencida de que estaba enamorada, enamorada de alguien a quien veía por primera vez, sabemos que eso no siempre funciona.
El amor a primera vista siempre termina siendo una falacia, pero para una chica de 16 años puede significarlo todo. Le cantó toda la madrugada y lo abrazó cubriéndolo del frío aire marino importándole poco el destino que fuera a tener ella al regresar a su casa después de haber ignorado esa gran llamada de atención por parte de su padre.
Pasaba las horas pensando en qué haría cuando el príncipe despertara. ¿Se quedaría y dejaría que descubriera quien era ella o mejor saldría de ahí huyendo, evitando ser vista, antes de que lograra identificarla como una sirena? El tiempo para pensar había terminado, el príncipe estaba recobrando la consciencia y el instinto de sobrevivencia persistió por encima del amor. Ella huyó y desapareció antes de que los ojos del hombre se abrieran por completo y pudiera descubrirla.
Desde una roca lejana lo veía escondida, con la adrenalina corriendo por su cuerpo, admirada y emocionada, viendo como el hombre la buscaba por la playa, haciendo crecer en su corazón esa esperanza, esa falsa idea: «Él es diferente» y… a su muy especial modo, lo fue.
La sirena discutió con su padre, se aferró a su amor imposible que solo crecía dentro de su cabeza y renunció a todo, a su familia, a su pueblo, a sus amigos y huyó encontrando refugio y confort en los brazos de la desterrada bruja del mar, una criatura capaz de hacer sus sueños realidad, que parecía comprenderla y darle una mano con su plan de ser feliz.
¿Cómo podrías desconfiar de una criatura que parece conocer hasta el detalle más íntimo de ti y no solo eso, que te ofrece apoyarte con tu berrinchito tonto y darte lo que necesitas para que consigas cumplir tus sueños, aunque dejes atrás a la familia que siempre te ha apoyado y cuidado, y así puedas escapar con ese hombre que solo viste una vez y fue suficiente para saber que querías estar el resto de tu vida a su lado? Suena lógico confiar en alguien así (nótese el sarcasmo).
¡Ah! Pero claro… no hagamos a un lado lo importante, ella no iba a conceder los caprichos de la princesita sin nada a cambio, así no funcionan las cosas, ni en tierra y ni debajo del mar. Pidió tres cosas insignificantes (según ella), pero que el corazón de la sirena sabía que era mala idea, que era peligroso, pero el amor lo valió o así lo creyó en ese momento.
La primera condición es que perdería la voz, no podría hablar ni cantar, ni el más mínimo sonido saldría de su boca; la segunda era que obtendría sus piernas para poder andar en la tierra como cualquier humano, pero cada paso sería un tormento y sentiría que miles de púas se encajan en sus pies, eso ya era algo más serio, pero estaba tan aferrada la sirena que no se asustó ni un poco; la tercera condición y no menos importante era que si el príncipe no lograba enamorarse de ella, ella se volvería espuma en el mar, se desintegraría, moriría y su alma le pertenecería a la bruja como energía pura para sus siguientes hechizos. Siendo cada condición más complicada que la anterior la sirena no desistió, se creyó lo suficientemente capaz de conseguir el corazón del príncipe y sin medir el peligro, aceptó.
Todo salió mal desde un principio, desde que la tonta sirenita, ahora humana, tuvo que nadar hasta la superficie casi ahogándose en el intento, porque claro, no sería una humana real si le dejaban las branquias, así que con todas sus fuerzas nadó y nadó. ¿Cómo no se encontró a un tiburón o a cualquier depredador marino en el camino? Miren… supongo que fue suerte, pero lo logró, llegó a la playa y ¡bendita coincidencia! el príncipe, el hombre por el que estaba haciendo todo esto, la encontró, la rescató y la llevó a su castillo.
Todo pintaba bien, pero al no poder hablar, él jamás la identificó como la mujer que lo había rescatado y buscaba con tanto recelo. Varios marineros le dijeron que se había tratado de una sirena, pero obvio, esos personajes eran mitológicos incluso en aquel entonces, algo descabellado con lo que los marineros justificaban algunos fenómenos extraordinarios. Era lo más fácil de hacer en esos entonces.
Era el año de 1912, la piratería ya llevaba mucho tiempo que había acabado, siglos donde los navíos evolucionaron, la tecnología llegó, los humanos desarrollaron otra forma de vivir. Ahora los barcos no solo eran un transporte sino un lujo y justamente el 10 de abril zarparía uno que cambiaría la historia por siempre del puerto de Southampton en Inglaterra. Mientras unas viejas amigas se veían en una de las cafeterías más cercanas al evento, ataviadas con trajes exquisitos que solo las mujeres de la alta sociedad se dignaban a lucir.—Admito que es mejor que esos viejos vestidos estorbosos con corsé molesto —decía Gumbora mientras tomaba su taza de café y veía por la ventana.—Los tiempos han cambiado, las cosas son muy diferentes en todos los aspectos —dice Cirice quien ve con una sonrisa.—¿Qué hacen en Inglaterra? —pregunta Gumbora sin despegar la mirada del enorme trasatlántico que permanece afuera.—Él es gales… Solo hicimos una pequeña escala aquí, cada cierto tiempo visitamos s
—Imposible… —dice Adewale mientras los ojos de la hechicera se llenan de luz, el poder del mar empieza a vibrar por las venas de Gumbora y se iluminan a través de su piel—. Solo la sangre del rey Adrián podría completar el ritual… Solo él podría decir quién tomará el poder… Ella lo dijo —añade sorprendido y atormentado por lo que ve. Gumbora toma con ambas manos el arpón que empezaba a encajarse en su pecho y se lo quita con facilidad a Adewale mientras esté suelta su cuello. —Y tienes razón, hechicero… pero ella es su hija, en sus venas corre la misma sangre que su padre, ella tiene su voz escondida en su garganta… Ella puede decidir a quién darle el poder. Con esas últimas palabras el hechicero retrocede y busca una última vez con la mirada a Cirice quien solo levanta los hombros y le sonríe de lado. Adewale comienza la huida, junto con sus lacayos buscan alejarse, pero tan rápido como da la vuelta un arpón termina atravesándolo por completo, haciendo que se hunda hasta tocar la
—Lo quiero todo… Quiero tu corazón como antes, que me veas como lo hacías… Ya tienes presente cada recuerdo que tuve que borrar, ya sabes que a quien en verdad amabas era a mí. —Se acerca un poco más Adewale, intentando atraer la mirada de Cirice. —Ya no somos los de antes… —No… Ahora somos mejores, las cosas serán mucho mejor, pero necesito que confíes en mí. Cuando Cirice está dispuesta a levantar la mirada hacia él se percata de la presencia de Gumbora y no puede evitar hacer a un lado a Adewale para precipitarse hacia ella con preocupación. De inmediato Cirice se postra al lado de Gumbora y la examina con la mirada, acaricia su rostro con preocupación analizando que tanto daño ha recibido; ambas se abrazan por un momento agradeciendo que la otra esté sana y salva, pero ese instante de reencuentro se nubla por la presencia de Adewale. —Cirice… —Su voz se hace escuchar y la sirena no tiene más que voltear hacia él— …no hay tiempo… Eres la única que conoce cómo realizar el ritua
La puerta de acero retumbó varias veces, el capitán desenfundo su espada mientras que la ama de llaves buscaba esconderse en el fondo del recinto. Köpek sabiendo que era el momento indicado, usando su fuerza rompió sus sogas y de inmediato se dispuso a liberar a Tabata y a Morgan, aunque a este último le hubiera gustado mantenerlo atado. El príncipe sorprendido por la fuerza del tiburón retrocedió con algo de recelo, viendo después hacia Cirice. —De haber querido, hubiéramos salido de aquí sin necesidad de convencerte… Otra muestra de que no somos tus enemigos —dice Cirice viéndolo fijamente con molestia. Antes de que el príncipe pueda responder la puerta se abre abruptamente, el ama de llaves no puede evitar gritar ante el horror de ver a esas bestias entrar a la bodega. Su rostro está lleno de escamas, pero su cuerpo es el de un humano, sus ojos son totalmente negros y se alcanzan a ver colmillos saliendo de su boca. De inmediato Cirice le quita la daga a Carlos de la mano y se pr
—¡Mientes! ¡Eso es imposible! ¡No tiene sentido nada de lo que dices! —grita Carlos desesperado, horrorizado de cada palabra que sale de su boca.—No miento… Lamento lo que hice, me siento arrepentida por todas las decisiones que tomé y fueron equivocadas, pero no puedo hacer nada por regresar el tiempo —añade Cirice cabizbaja.—¿Qué hacías aquí? ¿Por qué quieren tanto esa joya maldita? ¡¿Qué carajos está pasando?! —exclama desesperado el príncipe sin quitarle la mirada de encima a Cirice, ella solo lo ve con piedad.—La joya… El corazón del mar guarda el poder sobre los siete océanos, mi padre lo puso en él para mí, soy la heredera del reino de las sirenas…—Todo esto es una locura —dice el capitán detrás de ellos rascándose la cabeza y caminando en círculos.—Ustedes mismos me vieron en el agua, vieron mi cola de pescado, saben lo que soy, pero temen decir la palabra porque eso significaría aceptar que hay cosas que no pueden comprender ni dominar —dice Cirice con coraje en la voz—.
—¿Eso crees? Yo no lo creo, al contrario… Haré un verdadero cambio, obtendré el poder de esta maldita piedra, volveré a su gloria al antiguo y destruido reino y después… Una guerra contra esos malditos humanos —dice Adewale con una sonrisa amplia—. Mis hombres, creaciones mías, invadirán las playas, atacarán a todo humano que se atraviese en su camino, mientras los tritones, sirenas y cecaelidos destruirán los barcos. »Los tiburones y ballenas se moverán a mi voluntad y acabarán con cada navío que se les atraviese hasta que los humanos tengan miedo de siquiera mojar sus pies en la orilla de la playa. Entenderán que no todo les pertenece y empezarán a respetarnos. —Con cada palabra, el hechicero se embriagaba en sus ideas, disfrutándolas mientras las veía realizadas en su cabeza. De pronto voltea hacia Gumbora y una sonrisa se forma en sus labios pensando en otra cosa—, pero primero, necesito a Cirice a mi lado, como siempre tuvo que ser. La liberaré de ti y será mi esposa, la reina q
Último capítulo