Nefertari tomó la caña de junco, sus nervios estaban a flor de piel. Sumergió la punta en la tinta negra y comenzó a escribir. No eran palabras directas sino jeroglíficos crípticos que solo Hori con su conocimiento de las costumbres y los afectos de Ahmose podría descifrar. Era un lenguaje secreto, tejido en la tela de su amistad. Habló de un "pájaro enjaulado que anhela el vuelo", de "la luna que llora por el sol ausente", de "un jardín que se marchita sin su jardinero". Frases poéticas, sí, pero que para Hori serían un grito de auxilio, una referencia directa a la promesa de Ahmose. Si Ahmose le había escrito cartas a ella, también era posible que le habría escrito a Hori. Después de todo, Hori era el único amigo de verdad que tenía en el palacio.
—Esto debe ser… como un p