El Gran Salón del palacio rebosaba de vida. La luz de cientos de antorchas y lámparas de aceite danzaba sobre las paredes decoradas con jeroglíficos y tapices coloridos. Un festival en honor a Amon llenaba el aire con el sonido de flautas, tambores y el canto de los sacerdotes. La multitud se movía como un río lento, cortesanos con sus túnicas de lino fino y joyas resplandecientes, oficiales militares con sus armaduras pulidas, y sirvientes que se deslizaban con bandejas de ofrendas y manjares. Nefertari, acompañada por Menkat, se desplazaba entre ellos, manteniendo la sonrisa falsa que se había convertido en su máscara diaria.
Asentía con la cabeza a los saludos, ofrecía respuestas corteses a las felicitaciones sobre su inminente boda, y permitía que Menkat la tomara del brazo con una familiaridad que le revolvía el estó