Baketamon se posicionó a una distancia prudente, desde donde podía observar a Hori sin parecer que lo estaba vigilando. Vio que el guardia se detuvo un momento, secándose el sudor de la frente con el brazo. Era su pausa. Baketamon actuó. Sacó de su pequeño zurrón un broche de plata que en realidad no había perdido pero que usaría como pretexto. Dejó caer el broche cerca del camino por donde Hori pasaría para ir a beber. El objeto tintineó suavemente contra el suelo de piedra.
El sonido fue apenas escuchado en medio del bullicio, pero Hori, con la agudeza de un hombre entrenado en la vigilancia, lo notó. Su mirada se desvió un instante hacia el broche caído, luego hacia Baketamon. La doncella se agachó con prisa, con sus manos temblorosas buscando el objeto.
—¡Oh, dios