La pantalla parpadeó una vez antes de desplegar la información. El silencio en la cueva era tan espeso como la tensión que se respiraba. Adrian se pasó una mano por el rostro, cansado, pero con los ojos encendidos de determinación.
—Lo encontré —dijo al fin, rompiendo el mutismo. Todos se acercaron de inmediato, atraídos por el tono grave de su voz—. Este es el reporte oficial de la redada para capturar a Arturo Meneses, Colombia, hace más de dos décadas.
El nombre encendió una chispa inmediata en cada uno de los presentes. Elijah frunció el ceño. Olivia contuvo el aliento. Maximiliano cruzó los brazos, con la mandíbula tensa.
Adrian continuó, con el cursor resaltando los datos uno a uno en la pantalla.
—Según el informe, Meneses murió durante el operativo. El gobierno declaró su muerte basándose en el cuerpo de su mano derecha, al que disfrazaron con documentación falsa. Una jugada sucia para cerrar el caso y silenciar la vergüenza.
—¿Y la familia? —preguntó Lucas, la voz grave.
—Ten