Sophie titubeó. No podía decir la verdad completa. Había un acuerdo, un secreto compartido. Pero la intensidad de la mirada de Charles la obligaba a contestar algo.
—Fue… inesperado. En el lugar donde trabajo.
— ¿Trabajo? —repitió, arqueando una ceja con interés—. Interesante. No parecías del tipo de mujer que Damien… aprecia.
El comentario, envuelto en sutileza, cayó como veneno.
— ¿Qué quiere decir con eso? —preguntó ella, con un hilo de voz.
Charles sonrió, saboreando la incomodidad que provocaba.
—Nada personal, querida. Solo que Damien es un hombre… exigente. Sabe lo que quiere y rara vez lo encuentra. Y sin embargo, aquí estás tú.
Sophie sintió cómo su pecho se contraía, el miedo mezclándose con una irritación que no podía mostrar.
—Supongo que le sorprenderé —murmuró, obligándose a no bajar la mirada.
Charles inclinó la cabeza, evaluándola de nuevo, como si la diseccionara con sus ojos.
— ¿Cuánto tiempo lle