De regreso al presente, Sophie sacudió su cabeza como si eso pudiera sacar todos esos recuerdos de su cabeza. Salió del baño envuelta en una bata de algodón blanco que aún conservaba el calor del vapor. El cabello húmedo se le pegaba al cuello y una gota, rebelde, resbalaba desde su clavícula hasta perderse en el escote. Tenía sed, así que fue hasta la cocina. Sabía que Damien estaba en el estudio y este quedaba del otro lado, así que si iba rápidamente, nadie la vería. Se acomodó la tela, intentando disimular lo vulnerable que se sentía en aquel pasillo silencioso.

La luz era tenue, casi íntima: venía desde abajo, como si el suelo respirara. El mármol gris claro y las paredes en tonos piedra proyectaban sombras suaves que parecían abrazar cada rincón. Sophie apenas dio dos pasos cuando lo vio.

Damien.

De pie a pocos metros, todavía vestido con el traje de la noche, el nudo de la corbata flojo, la chaqueta abierta. Sus ojos oscuros se clavaron en ella, descendiend