Capitulo 12

El silencio en el pasillo fue breve. Ana Lucía apenas había girado la esquina rumbo a donde están su pequeña Emma, cuando la voz severa de el ama de llaves la detuvo en seco.

—¡Señorita Ana Lucía!

Ana se volteó despacio. El ceño fruncido de la señora era como un muro de autoridad ancestral. Sus manos estaban cruzadas sobre el traje perfectamente almidonado, y la mirada fulminante no admitía evasivas.

—Necesito una explicación inmediata. ¿Cómo se atrevió a entrar sin permiso al despacho del señor Maximiliano? ¿Ya olvidó las reglas?

Ana Lucía bajó la cabeza por un instante, solo por respeto, pero su voz no se quebró.

—Llevé un paquete que él me envió. Necesitaba hablarle.

—Eso no le da derecho. ¡Esa ala de la casa no está permitida para el personal doméstico sin autorización expresa! ¡Y mucho menos irrumpir de esa manera! —reprendió en tono fuerte, su voz recia retumbando contra los muros de madera.

Ana respiró profundo y asintió con calma.

—No volverá a pasar, se lo aseguro.

—Más le va
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