Edith había llegado a Europa, con Julián, Cristian y dos asistentes personales, que aunque sabían perfectamente para que habían contratado a Edith, jamás iban a develar ese secreto, tenían muchos documentos firmados que les impedían hacerlo.
Edith era una mujer sencilla y agradable.
Al llegar al aeropuerto, Julián caminó al lado de ella y se comportó muy galante, en ese momento nadie hubiera dudado que estaba en plan de conquistar a la bella bailarina.
Edith se acomodó en la misma casa que Julián y Cristian.
Una de las asistentes, Angy, también vivía con ellos, y Laura, la otra asistente, vivía en su propio departamento.
La mansión era amplia, con todos los lujos a los que Edith estaba acostumbrada.
La habitación que le brindaron, era amplia y muy lujosa, tenía un amplio ventanal, que daba a un hermoso parque interno.
Se dio cuenta que todos los vidrios estaban blindados.
Supuso que eso sería normal.
La política era bastante sucia y las precauciones debían ser normales, pensó.
Durante