Calvin Monteverde
La miré a los ojos, sintiendo una punzada de dolor en el pecho. A pesar de lo hijo de puta que había sido con ella, de las dos mujeres que embaracé y que ella desconocía, ella era la oficial la madre de mi primer hijo y la mujer que elegiría sobre las demás.
—Yo haré lo que tenga que hacer. Pero a partir de ahora, mi prioridad eres tú y el niño. Y haré lo que sea necesario para que estén a salvo.
—¿No piensas venir con nosotros?
Patricia se quedó inmóvil, con la caja en sus manos, como si pesara toneladas. Sus ojos se clavaban en mí, buscando respuestas que yo no podía darle. La vi estremecerse, ya no era solo por el frío, sino por el terror que emanaba de cada palabra que había dicho. No podía culparla. Había arruinado todo.
—Calvin... —Su voz tembló, rota—. ¿Y si algo te pasa? ¿Qué hago entonces?
Aparté la mirada, incapaz de sostener la intensidad de sus ojos. Había jugado con fuego demasiado tiempo, creyendo que mi nombre, mi poder, y mis recursos me hacían