Amir no pensaba dejar a su diosa con las ganas de un espectáculo, mucho menos se sentiría cohibido porque ella lo vea tocarse, si este hombre que había sido nombrado el diablo italiano, el más temido por el bajo mundo, estaba completamente hechizado por su dulce y esponjosa secretaria.
Sin perder tiempo, pero tampoco mostrándose desesperado Amir se propuso recrear lo que tantas noches había hecho, pues él no le mintió a Olivia cuando le dijo que hacía 4 años que no estaba con ninguna mujer, solo estaba con ella, con su diosa, bailando en su cabeza.
Sus manos finalizaron el ritual de deslizar la camisa por sus brazos, y, al desprenderla por completo, Olivia no pudo evitar abrir los ojos de par en par, completamente fascinada. Amir giró con naturalidad para dejar la prenda sobre una silla, y fue entonces cuando ella lo vio: su espalda era un lienzo donde el arte se mezclaba con los secretos. No era un tatuaje común, sino un majestuoso viñedo extendiéndose por la parte baja de la espalda