Mundo ficciónIniciar sesiónSolo habían pasado tres días, cuando contactaron a Olivia del club el infierno, solo tres míseros días, menos tiempo del que le llevaba a Olivia terminar de ver una serie, no lo podía creer, estaba alucinada por la eficacia del club, aunque quizás solo se debía a que así como ella tenía esa fantasías, muchos más tenían la fantasía de tener a una mujer atada a su merced, aunque claro que Olivia no sabía que todo aquello se debía aquel diablo había metido la mano, pues sí, el que había contactado con uno de los dueños del infierno no era Amir Rossi el CEO respetado que todos conocían, el que había salido de las tinieblas era el mismo diablo que muchos años atrás había atemorizado al sur de Italia, hasta que partió a su nueva residencia en Francia.
Pero Olivia simplemente creía que tenía buena suerte, por lo que más que ansiosa, ingreso al club.
El lugar estaba en penumbras, se podía ver sin ningún problema el glamour a su alrededor, pero aun así las luces eran lo suficientemente tenues como para crear un ambiente de seducción, los ojos de las regordeta viajaron un segundo a una de las tarimas donde vio a una pareja tener sexo, y a muchos más viéndolos, definitivamente en aquel lugar había para elegir, de eso no había dudas, pero el observar a los demás tener sexo no era algo que la encendiera, aunque tampoco negaría que no se le hizo atrayente la vista, sin embargo, pronto fue abordada por una joven rubia que cargaba un antifaz.
—Bienvenida al club del infierno, me diría su nombre o número. —claro, en ese segundo Olivia lo recordó, al momento que la contactaron le habían informado que su acompañante sería el número 22, algo que no le inquietó, pues ya le habían explicado que podía presentarse con un nombre, un apodo o el propio club le asignaría un número, si así lo quisiera, al parecer su acompañante misterioso se sentía más cómodo portando un número cual ganado, claro que ese no era el caso de Olivia.
—Olivia. —dijo con voz calma, pues también le habían asegurado de que en el infierno no había equivocaciones, no debía de acompañar su seudónimo, o su propio nombre con algún apellido o alguna letra, pues gracias a un eficiente sistema, tenían muy presente que al menos en el club de Francia, no había ninguna Olivia registrada.
—Es un gusto al fin poder conocerla en persona, por favor sígame. —fuera entonces Olivia descubrió que esa joven, que ahora la estaba guiando hacia una habitación, era la misma con la que había hablado telefónicamente y al parecer a la que le había llegado su email, por lo que sin duda alguna la siguió, sin preguntas, sin dudas, no había temor en su ser, ni siquiera había pensado una sola vez que quizás su acompañante se arrepentía de intimar con ella gracias a su cuerpo, no, Olivia había aprendido con los años de que esas libras de más que solo a ella molestaban, no era impedimento para que los hombres la desearan.
—Esta es su habitación, sobre la mesa está el antifaz como lo solicitó, mientras su acompañante llega, simplemente puede beber algo, llamar a servicio al cuarto, o inclusive pedir algún aperitivo, cuando su acompañante esté llegando, la luz de la habitación cambiará de color, se pondrá roja, de esa forma usted decidirá si lo espera con el antifaz puesto o no.
—Perfecto. —respondió como si la rubia frente a ella le hubiese leído algún tipo de menú.
—¿Tiene alguna duda?, ¿recuerda su palabra de seguridad?
—Amir. —respondió Olivia repasando con la mirada la habitación, era grande, al igual que la cama, las paredes eran acolchadas, cubiertas por un color gris cálido, sobre algunos muebles había uno que otro artefacto, algunos de ellos Olivia los conocía bien, los usaban las noches que necesitaba liberar estrés, esas noches donde sus acompañantes las dejaban insatisfecha, aunque también pudo ver lazos rojos, esposas afelpadas, pequeñas látigos, pinzas, algunas cosas la hicieron sudar y otras la hicieron humedecer.
—Muy bien señorita Olivia, creo que está todo más que claro, de igual modo, solo quiero informarle que detrás del barrote de la cama hay una serie de botones, si en algún momento usted teme por su bienestar, si se le olvida la palabra de seguridad, o si su acompañante no la respeta, solo debe tocar alguno, no importa cuál apriete, le puedo asegurar que en menos de un suspiro la asistiremos.
—De acuerdo.
De acuerdo, eso fue lo que dijo Olivia, y ni ella entendía por qué había sido tan seca al responder, quizás confiaba demasiado en su suerte, tal vez tenía la absurda idea de que todos saldría como estaba previsto, pues en ningún momento se pasó por su mente el poder encontrarse con algún loco desquiciado, no, eso no sucedería en el infierno, eran clubs de placer que llevaban décadas funcionando, aparte el de París no era el único, estaban por casi por todo el mundo, y se sabía que en ninguno se había registrado jamás un incidente, quizás Olivia al ingresar al fin en uno de ellos comprendió un poco mejor la situación, es decir, no solamente había visto personas tener sexo sobre una tarima, en su pequeño recorrido había observado como muchos se movían con antifaces, cubriendo sus rostros, algo que la hacía percatarse de que quizás eran empresarios, políticos, hombres religiosos, todos aquellos que buscaban emoción.
—Todos arderán en el infierno, los pecadores y adúlteros serán bien recibidos.
Murmuró aún sin desearlo, recordando alguna vez haber leído en alguna revista aquellas palabras que lanzó la creadora de los clubs el infierno, Valentina Constantini, era toda una leyenda, y no solo por haber creado los clubes de placer, sino también por el hecho de haber tenido a sus pies 6 hombres, seis esposos tomó la reina de Chicago, qué envidia, se dijo Olivia, y solo para relajarse un poco se sirvió una copa, que rápidamente fue acompañada de otra más, pero solo eso, no quería que su experiencia se viera opacada por estar ebria, ella en verdad quería sentirlo todo, hasta que finalmente la luz cambio de un tono azul, al rojo.
—Bien Olivia, esperemos que el haber gastado todos tus ahorros sirvan de algo.
Era una locura, quizás ahora lo estaba pensando, y no porque se acobardará, claro que no, solo era el hecho de saber que el esfuerzo de 4 años de ahorros, se irían en… minutos, lo más probable, aunque quizás y si tenía suerte su acompañante quisiera repetir, después de todo no era como que les cobrarán una tarifa por hora.
Liberando un suspiro fue a sentarse en la cama, y se colocó el antifaz, mientras que pensaba que quizás se hubiese podido desvestir, y de inmediato quiso golpearse, se suponía que estaba allí para ceder el mando de todo, inclusive de eso tan simple y sencillo como desvestirse, en estos últimos años, había optado por quitarse la ropa ella, de forma lenta, e incluso una vez realizó un estriptis, porque malditamente todos los hombres con los que había estado y a quienes le había permitido quitar su ropa, eran tan oscos al hacerlo, que incluso la ponían de mal humor.
—Olivia. —escuchó la voz potente de un hombre, no porque gritara, más bien era la profundidad que cargaba, y por un segundo pensó que esa voz era demasiado familiar.
— 22. — respondió como estaba estipulado, algo simple y sencillo para evitar te sucediera algún error, como que alguien se equivocase de habitación.
—Lo soy. —la joven no pudo evitar tragar grueso por solo percatarse que el hombre que había ingresado solo hacía un momento, ya estaba a su lado susurrándole en el oído.
—Eso está bien. —aseguró la pelinegra, solo por decir algo y automáticamente sintió un grueso dedo sobre sus labios.
— Shhh, a no ser que sea por placer, no hables.
Una fibra en ella se movió inquieta, e incluso tuvo que morder su lengua porque quería refutar aquella orden, porque… no le gustaba que le ordenara, al menos no si esa orden no iba acompañada de un por favor, aunque sea adornándola, pero luego se repitió que ella lo había pedido, no quería intervenir en nada más que para recibir placer, por lo que simplemente movió la cabeza de forma afirmativa, aunque número 22 no se lo hubiese solicitado.
—Eres una buena niña. —aseguró al tiempo que dejaba un suave beso en su cuello, algo que le hizo tragar grueso, pues no fue un beso inocente, sino más bien fue un beso húmedo, una pequeña succión acompañada de una leve fricción, por lo que Olivia supuso que número 22 tenía una barba incipiente. —Ponte de pie, por favor. —adiós daba gracias de qué número 22 agregar a ese por favor, porque definitivamente no quería perder su dinero por enfadarse y quitarse el antifaz, porque se suponía que si número 22 era su compañía, era porque él estaba buscando precisamente lo que ella estaba ofreciendo, una mujer con los ojos cubiertos, dispuesta a dejarse atar y a recibí lo que él quisiera darle, por lo que quitarse el antifaz no entraba en la ecuación, y podía arruinarlo todo.
Olivia se puso de pie de manera lenta, no porque dudara, más bien era no querer demostrar lo ansiosa que estaba, tal vez se estaba reprimiendo, quizás su cuerpo actúaba por voluntad propia ante aquella voz profunda.
Mientras tanto, Amir la observaba, toda ella era cautivante, su cabello negro y lacio caía pesado como cortinas enmarcando su rostro de mejillas regordetas, de piel pálida, de labios carnosos, y sin pensarlo el CEO cumplió una de sus fantasías, pasando su lengua de forma suave por aquellos labios, provocando que Olivia temblará un poco, porque por primera vez, no sabía cómo actuar, no tenía como saber si su acompañante la quería besar, pues no la había tocado, por lo que simplemente permaneció de pie, atenta a cada movimiento que pudiese distinguir, aunque en sí no sintió más que esa pequeña lamida en sus labios.
Amir disfrutó el sentir la calidez en su lengua, mientras sus manos comenzaron a moverse, casi como los toques de una brisa, su mano parecía estar acariciando la espalda de su secretaria, aunque la verdad era que sus dedos habían tomado la pretina y comenzaron a bajarla, Olivia sintió como el vestido dejaba de abrazarla y, comenzaba a aflojarse, desde sus hombros hasta el final de su trasero, y fue cuando sintió el toque electrizante de unos grandes dedos, aunque suaves, que acariciaron su espalda, tomando el vestido por los hombros y finalmente dejándolo caer a los lados, provocando que la tela se aferrará a sus anchos muslos, mientras sus blanquecinos pechos quedaban a la vista de número 22.
—La Venus de milo pierde sentido frente a tanta belleza.
Halagos, en su vida había recibido demasiados, todos haciendo referencia a su sobrepeso, esos estúpidos coqueteos comparándola con pastelillos, o inclusive bombones, porque debía ser razonable, ningún hombre compararía su físico con el de la Venus de milo, o algún otro canon de belleza establecido, sin embargo, número 22 era distinto, en su voz reconoció que no buscaba agradarle, más bien era como que estuviera diciendo alguna verdad, aunque Olivia no pudo evitar dudar.
Mientras tanto amir tenía ganas de sumergir su rostro en esas dos montañas blanquecinas de cumbres rosadas, lamió sus labios sin poder evitarlo, por solo ver esos grandes pezones, como si lo estuviesen llamando, y aun así se contuvo, le daría una experiencia única, la convertiría en alguien adicta a él, la atraparía a como diera lugar.







