Mundo ficciónIniciar sesiónLas manos de Amir se afirmaron en su cintura, redonda y suave, tersa y esponjosa, y mientras la piel de Olivia se erizaba, las manos de Amir descendieron, teniendo la precaución de colocar sus pulgares en las tiras de las bragas que cargaba su secretaria, y así, al fin terminar de quitar tanto el vestido como la ropa interior, dejando a la curvy mujer desnuda sobre sus tacones.
—Maravilla si las hay en el mundo.
Olivia no sabía cómo tomar aquello, aunque la voz burbujeante de número 22, la hizo liberar un suspiro, tal parecía que a su acompañante le gustaban las mujeres con grandes curvas, y prueba de ello era la forma en la que acariciaba su redondo y blanquecino trasero, y Olivia supo en ese instante que tan grande eran sus manos, pues abarcaban casi al completo sus gordas nalgas, mejor aún, distinguió qué número 22 estaba más que complacido con lo que tocaba, apretaba y soltaba, las acariciaba y las volví a sujetar, como si no creyera que realmente la estuviese tocando.
—Un paso atrás. —musitó y Olivia simplemente obedeció, y al hacerlo descubrió el borde de la cama, aun así, no se movió, no pensaba arruinar la experiencia que desde el principio le había acelerado el corazón. —Recuéstate.
Por muy loco que pareciera, Olivia estaba segura de que si por alguna extraña razón su trasero no caía sobre la esponjosa cama, número 22 la ayudaría, era raro, ni siquiera cuando podía ver a sus acompañantes sexuales tenía tal seguridad, y nuevamente se dijo que esa voz la había escuchado en algún lado, pero rápidamente su mente quedó en blanco, por solo sentir como número 22 acariciaba su muslo, bajaba por su pantorrilla, y finalmente sujetaba su tobillo.
—Esta vez dejaré tus zapatos.
Olivia tenía ganas de aclararle que no habría una próxima vez, porque malditamente había gastado todos sus ahorros, y por más que le gustará la experiencia, o al menos hasta el momento era el caso, no estaba segura de ir por un préstamo al banco, para pagar un segundo encuentro, por lo que simplemente suspiró, poco dispuesta hablar si no era por placer.
Y así, entre caricias furtivas y palabras susurradas, Olivia al fin estuvo atada, sus manos fueron envueltas por cintas rojas, mismas que había visto sobre la mesa, era por eso que sabía de qué color era, y de forma distraída confirmó que sus dedos llegaban sin ningún problema a esos botones que la mujer rubia le había indicado, algo que la hizo relajar aún más de lo que estaba, mientras número 22 subía sobre la cama, y si Olivia sabía este detalle, simplemente era porque sentía la cama hundirse justo entre sus piernas, las cuales estaban abiertas, ya que sus tobillos también estaban sujetos con cintas a las barras de la cama.
—Tu palabra de seguridad. —preguntó con deseo, porque la conocía muy bien, solo quería escucharla decir su nombre, y así darles rienda suelta a todo lo que su mente había ideado para esa noche.
—Amir.
Y ese fue el principio de todo, el diablo salí a jugar en el mismo infierno, mientras Olivia comenzaba a retorcerse, todo por sentir la lengua diestra de ese hombre, al que ella únicamente recordaría como número 22.
Amira acarició el abdomen abultado, disfrutando de la sensación de la carne blanda, trazando con las yemas de sus dedos una que otra estría, grabándolas a fuego en su mente, el mejor dibujo que la naturaleza podía hacer en aquella mujer, que ante sus ojos, era perfecta, sus dedos finalmente llegaron a esos labios hinchados naturalmente y bien depilados, y sus pulgares juguetearon justo en el borde de la ranura, provocando que Olivia respirara con profundidad, anticipando algún movimiento, quizás creyó que la penetraría con sus dedos, pero no fue el caso, los pulgares de Amir simplemente abrieron aún más esa ranura húmeda, mientras un gemido de aprobación escapaba de su garganta, el rosa se había convertido en su color preferido, y sin poder evitarlo, llevo su lengua a esa cueva, nada apresurado, simplemente la plano al completo. y lamio todo lo que encontró a su camino, hasta que finalmente, al llegar a la perla de nervios, endureció un poco más su lengua y presionó, arrancando el primer suspiro de los labios de Olivia, y así la tortura continúo, lenta y perezosa, como quien toma un helado con paciencia y fervor, tratando de atrapar en sus papilas gustativas cada nota, provocando que la humedad de Olivia aumentara, al igual que su desesperación.
—Más.
Pidió de forma agitada, elevando su cadera, tratando de obtener aún más de ese toque, sintiendo que el calor comenzaba a inquietarla, pero lo que obtuvo a cambio fue que número 22 se retirara.
—Por favor… —no sabía cómo continuar la frase, jamás en su vida había rogado por sexo, antes porque pertenecía a los cánones de belleza, luego cuando al fin aceptó su realidad y su actual peso, descubrió que podía obtener lo que ella quería o casi, ahora sin embargo, allí estaba, acalorada y afiebrada, tratando de apretar sus muslos para así tener un poco de sosiego, pero sus piernas estaban abiertas, atadas, y su centro estaba expuesto, ansioso de recibir atención.
—Esto recién empieza, hermosa diosa, es muy pronto para que supliques.
Cada fibra de su cuerpo despertó ante aquella voz ronca, repleta de placer, y por un segundo Olivia maldijo su estúpida idea te llevar un antifaz, una parte de ella moría por ver el rostro y saber quién era el portador de tan maravillosa voz, otra parte pequeñísima de su ser, le exigía conocer la debilidad de aquel hombre que se creía con el poder de mandar sobre su cuerpo, y así al menos poder devolverle el favor, quería ver qué tan duro estaba su pene, y se ondulaba, si su pequeña hendidura mostraba alguna perla que le indicara cuan excitado estaba, y así poder aprovechar su posición, pero claro que el razonamiento llegó a ella, recordándole el por qué estaba allí, y era precisamente para disfrutar hasta perder la cordura.
Y fue en ese momento, donde estaba sumergida en sus pensamientos, que Amir tomó con una de sus manos uno de los grandes pechos de Olivia, disfrutando del hecho que, aunque su mano fuera gigantesca, de todas formas no podía cubrir al completo semejante cumbre, por lo cual apretó, quizás con un poco más de fuerza de lo que pretendía, y aún así Olivia simplemente gimió de placer, más al sentir la boca de número 22, aferrarse a su pezón que estaba duro cual flecha preparada para una lucha, la lengua diestra de 22 azotó una y otra vez ese botón rosado, y Olivia comenzó a gemir cada vez más fuerte, hasta que al fin la otra mano libre de número 22, descendió casi haciendo cosquillas por su vientre, acariciando su monte de Venus, para finalmente bañarse en la humedad que salía de entre sus piernas, y hundirse allí en esa cueva que clamaba por atención.
——Ah, no, no, por favor, detente, no.
No, definitivamente no le estaba pidiendo que se detuviera, solo era la desesperación que la estaba llevando al borde de la locura y Amir lo sabía, sus dedos se habían curvado y había encontrado esa dureza, el maravilloso punto G, que en este momento la hacía suplicar que se detuviera, aunque no porque quisiera que la experiencia se terminara, Amir estaba seguro de que era el miedo a que ella simplemente explotara sin tener su miembro dentro.
—Si realmente quisieras que me detuviera, dirías tu palabra de seguridad.
Aseguró número 22, después de soltar su pecho con un glorioso plop, que hizo eco en la mente de Olivia, y aunque Amir quería continuar, su pene estaba llorando más de la cuenta, necesitaba hundirse en esa carne esponjosa, blanca y tierna, o terminaría eyaculando sobre el blanquecino muslo de Olivia.
—¡O, por Dios!
Gritó con verdadera fe la joven, por solo sentir la ancha cabeza de Amir golpear su perla nerviosa, algo que la hizo estremecer e incluso forcejear con esas ataduras, en verdad quería posar sus manos sobre la espalda de ese hombre, y obligarlo a penetrarla de una vez por todas.
—Por favor, te lo suplico, estoy a punto…
Gimoteo retorciéndose lo que las ataduras le permitían moverse, y Amir sonrió.
—Aún no acabarás, lo aguantarás, todo lo que sea posible, porque si lo liberas antes, no te dejaré ir tan fácil.
Olivia no sabía si tomar aquello como una verdadera amenaza, o no, y claro que su cuerpo no estaba dispuesto a obedecer esa orden, ella estaba allí por un orgasmo, era todo lo que necesitaba, un verdadero orgasmo provocado por una noche de sexo con un hombre de carne y hueso, pero en cuanto Amir se colocó el preservativo y se hundió en ella, noto que las paredes de Olivia comenzaron a estrangularlo, mientras los gemidos erráticos abandonaban sus dulces labios, no estaba dispuesto a que eso sucediera, esa reacción la podría tener cualquiera que supiera usar bien la lengua, y él quería atraparla de otra manera, quería hacerla adicta a su verga, que quisiera, que la necesitara tanto como el oxígeno.
—Creí que lo habías entendido, has venido al infierno, y te has encontrado con el mismo diablo, deberías de haberme hecho caso.
Olivia dejó de sentir el cuerpo cálido sobre ella, cuando solo le había dado un par de embestidas, su cuerpo reaccionó con voluntad propia, el fuego que se había acumulado en su bajo vientre simplemente había sido liberado, la satisfacción del momento fue gratificante, de la misma forma que sucedía cuando ella misma se daba placer, había tenido su orgasmo al fin con un hombre de carne y hueso o eso creía, hasta que sus oídos captaron el ruido de pequeñas vibraciones.
—¿Qué? —preguntó aturdida, y con la garganta seca, sin alcanzar a formular toda la pregunta, que era, ¿qué es lo que piensas hacer?, porque claramente eso era un vibrador.
—Deja que el diablo te muestre el cielo en el infierno.
No fue una orden, fue un pedido y el cuerpo de Olivia se contorneó como si estuviese siendo electrocutada.







