En la mansión Montenegro, Greeicy no disfrutaba la cena, su mente estaba en su hermano, más allá de su deseo por hacer justicia y limpiar el nombre de su padre, estaba ese deseo de llevarse bien con su hermano, de conocer su historia y apoyarlo. Muy distinto a Greta, ella solo pensaba en la herencia que debía compartir con él.
—Greey, ¿estás bien? —hablo Valentina con voz tímida.
—Ah, si. Mi vida. Solo pensaba en lo difícil que es la vida.
—Papá me dijo que te cuidara, que estaba muy triste y preocupada.
—Ven, solo necesito un abrazo tuyo —Greeicy se acercó y besó su frente, abrazándola.
Ambas sintieron paz y tranquilidad en ese corto y hermoso abrazo.
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Días después
En la mansión Suárez, el rumor de un plan se filtraba como un insecto diminuto que anuncia plaga.
Amalia hizo lo que sabía: se protegió. Movió fichas, ofreció sobornos, presentó versiones falsas, documentos alterados, testigos dispuestos a recordar otra historia. Pero había algo que no se compra con dinero: la dete