100. Donde empieza el mañana
La primera nevada del año había caído durante la madrugada, cubriendo Cárselin con un manto blanco y silencioso. La aldea se sumía en una paz antigua, como si el mundo entero contuviera la respiración por un instante. Cada árbol, cada roca, cada sendero, parecía haber sido acariciado por la Luna misma.
Kiara observaba el paisaje desde la ventana de la cabaña, envuelta en una manta, una taza humeante entre las manos. Raven aún dormía, el cabello cubriéndole parte del rostro, una mano extendida hacia donde ella había estado minutos antes. Le gustaba verlo así. Vulnerable. Tranquilo. Humano.
Se acercó en silencio, dejando la taza sobre la mesa, y se metió bajo las mantas de nuevo, apoyando la cabeza sobre su pecho. Raven murmuró algo entre sueños, hasta que entreabrió los ojos.
– ¿Qué haces despierta tan temprano? –preguntó con la voz ronca, acariciándole el cabello.
– El paisaje está hermoso. Pero tú más –respondió ella, rozando su nariz con la suya.
– Qué cursi estás –rió él, sin dejar