Azura
Las copas chocaban y la música llenaba cada rincón, pero detrás de aquella atmósfera festiva podía sentirlo… el cambio sutil en el aire, esa vibración casi imperceptible que mi loba, Rosaly, percibía con agudeza. Mientras sonreía y agradecía cada brindis, mi mirada recorría las mesas. Allí estaban los líderes de todas las manadas y clanes que habían acudido, hombres lobo y licán que habían vivido en la sombra durante años, ahora reunidos bajo un mismo techo. Algunos me observaban con respeto, otros con una cautela que casi rozaba la desconfianza, y unos pocos… con una frialdad que me erizó la piel.
Grayson, sentado a mi lado, también lo notaba. Su mano reposaba sobre la mía, transmitiéndome calma, pero en sus ojos brillaba el mismo instinto de alerta que me atravesaba a mí. La tensión estaba ahí, oculta entre risas y brindis, escondida bajo la música y el murmullo de las conversaciones.
—No bajes la guardia —susurró en mi oído sin apartar la vista de los presentes.
—No pienso ha