Azura
Caminamos en silencio tras ella, cruzando las calles de Tiberion por senderos ocultos que ni siquiera aparecían en los mapas. Catrina se deslizaba entre las sombras como si fueran parte de su piel. Nadie se atrevía a detenernos. Nadie parecía vernos.
—¿Nos está ocultando? —preguntó Mari en un susurro.
—Sí —respondió Grayson con la voz tensa—. Hay un escudo mágico… una ilusión de desvío. Nos hace parecer parte del entorno.
—Impresionante —murmuró Theo—. Y espeluznante.
Tras un callejón de piedra húmeda, donde las enredaderas crecían sin permiso, Catrina tocó tres veces una pared negra. El muro se estremeció… y se abrió.
La oscuridad nos tragó. Bajamos por una escalera estrecha de piedra mientras antorchas encendidas mágicamente nos acompañaban. El aire olía a tierra, a humo, y a algo más… memoria antigua.
El pasillo desembocó en una cámara enorme, abovedada, con estanterías llenas de frascos, libros, reliquias. Un círculo de símbolos brillaba débilmente en el suelo central, y en