Azura
La mañana llegó cargada de un aire distinto.
El cielo estaba cubierto por nubes grises que se arremolinaban como si presintieran lo que estaba por suceder. El anciano, el cuidador del templo, nos esperaba al borde del claro con un bastón hecho de roble negro. Sus ojos eran dos pozos sin fondo, sabios y antiguos.
—Hoy —dijo sin más— enfrentarás la prueba del legado.
—¿Qué significa eso? —preguntó Grayson, dándome la mano con fuerza.
El anciano me miró directamente.
—Significa que para despertar completamente tu linaje Lican… debes sobrevivir a ti misma.
Mi garganta se secó. Rosaly, dentro de mí, se irguió como un faro.
—Estoy lista —susurré. Aunque no sabía si lo estaba de verdad.
Fuimos conducidos al corazón del bosque, más allá del templo, donde los árboles se abrían en círculo como si una fuerza invisible los hubiera obligado a ceder. Allí, sobre una piedra antigua cubierta de símbolos en espiral, me indicaron que me sentara.
—No deben acompañarla —dijo el anciano a los demás—