—Toma, quédate con el cambio, muchas gracias—me dijo la chica, dejándome más de cien dólares extra.
La observé salir a confrontarlo y luego regresé a la cocina, quedándome con su obsequio. La verdad es que ese chico, casi hombre, porque era muy joven, quizá unos años mayor que yo, se me hizo conocido; como si lo hubiese visto en alguna parte; pero lo peor era que sentía que tenía un leve parecido a William Flynn, el irritante junior. Sacudí esa idea de mi mente y terminé el trabajo a las seis de la tarde.
En casa, Levi me recibió con una cena hecha por él y pastel de chocolate, mi favorito, festejando que por fin había mandado al diablo mis trabajos. Aunque hubiera preferido que fuese por haber conseguido uno mejor, pero no objeté nada.
Cenamos y festejamos alegremente con Dominic.
A su amigo le regalé los cupones que recibí en la pizzería con un buen descuento por su gratitud hacia mi hermano y se le iluminó el rostro.
—Ya tenemos comida a mitad de precio por dos meses—cantur