—¿Qué está sucediendo? —Barnaby llegó rápidamente cuando Noah lo llamó por teléfono muy asustado.
Noah, por su parte, se hallaba muy alterado. Balbuceaba palabras incoherentes e inaudibles. Un sudor helado le adornaba la frente y manos y sus ojos parecían querer salir de sus cuencas.
—Van a asesinarme, Barn—logró decir, mirando a todas partes.
—¿De qué demonios estás hablando? Cálmate y siéntate. Te traeré un agua…
—¡No! —lo detuvo del brazo con fuerza, haciendo que Barnaby frunciera el ceño— ¡Cierra el negocio, no estoy a salvo!
—Ya, pero por favor, cálmate, ¿de acuerdo? No pasa nada.
Barnaby mandó cerrar todas las puertas del casino y ahuyentó a algunas personas con amabilidad, argumentando que había una emergencia y tenían que evacuar cuanto antes. En cuestión de diez minutos el casino quedó vacío y cerrado completamente. Eran apenas las once de la noche y había dejado a Jane sola en el departamento.
—Ahora cuéntame qué sucede—arrastró una silla y se sentó a su lado.
Noah no paraba