Era la víspera de la boda, y Clara se encontraba en la habitación que había alquilado junto a sus padres. Según la tradición que habían decidido seguir, pasaría la noche separada de Lucas, algo que le parecía tanto emocionante como extraño después de años compartiendo sus días y noches con él. No poder abrazarlo justo cuando más necesitaba sentirse en calma le hacía experimentar un torbellino de emociones.
La habitación, decorada con muebles rústicos y sencillos, tenía una vista directa al mar. Desde la ventana, Clara podía escuchar el suave murmullo de las olas, un sonido que normalmente la calmaba, pero que esa noche parecía acentuar sus nervios. Acariciaba la tela de su bata mientras se sentaba al borde de la cama, con la mirada perdida entre las sombras que comenzaban a envolver el paisaje costero.
—¿Estás lista para mañana? —preguntó su madre, entrando en la habitación con una taza de té caliente y una sonrisa que, aunque tranquila, también dejaba ver cierta emoción contenida.
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