Aurora estaba de pie frente al tocador de su habitación, sus dedos retiraban uno a uno los pendientes de plata, mientras detrás de ella Damian se apoyaba en la puerta, observando la espalda de su esposa sin decir palabra.
Se escuchó el suave clic de la puerta al cerrarse. Damian se acercó, posó una mano sobre el hombro de Aurora, acariciándola despacio, como temiendo que se apartara.
—Lo siento por lo de padre.
Aurora solo miró al espejo, viendo a Damian a través del reflejo.
—No importa, el señor White nunca me ha querido demasiado. Nada ha cambiado.
Damian bajó la cabeza, apoyando su frente en el hombro de Aurora.
—No siempre fue así. Antes era duro, pero no tan duro como ahora. Desde que estuvo en coma, desde aquella última batalla contra la manada Gray, cambió un poco —dijo Damian.
Aurora permaneció en silencio. Sus dedos tomaron un cepillo de madera, deslizándolo con suavidad por su cabello. Damian estaba detrás de ella, ambas manos apretando sus hombros.
—Sé que la actitud de pa