—Yo sé nadar. Mi papá me enseñó —dijo el niño, que llevaba puestos un par de flotadores.
—¿Por qué Ruby no viene, Nina?
—Ruby no sabe nadar, Flynn. Por eso se queda por ahí primero. ¿Por qué? ¿No quieres jugar conmigo?
—No, no es eso. Yo puedo jugar contigo, puedo jugar con quien sea —respondió el niño hablador, haciendo que Nina soltara una risa.
En cuanto a los dos hermanos, ambos se miraron de inmediato. Chris recordó que, cuando eran niños, una vez había llevado a Ruby a la piscina de la villa del vecindario. Pero sin importar cuánto se esforzara por enseñarle, Ruby simplemente no podía aprender a nadar. Solo se le colgaba, hasta el punto de desesperarlo. No se imaginó que, después de tantos años, ella aún no supiera.
—Theo, cuida bien de Flynn y de Nina.
—¿A dónde vas, Chris?
—Voy a ver a Ruby.
—¿A verla para qué? —se quejó Theo, mientras su hermano nadaba hacia la chica que jugaba sola en la esquina de la piscina.
—¿Todavía no sabes nadar, Ruby? —preguntó Chris al llegar