El beso de Ella era inocente pero hermoso, dulce y suave en la lengua. Si él no le hubiera quitado la ropa, no la hubiera abrazado y no la hubiera besado, él nunca hubiera sabido que Ella era un regalo tan especial. Y cuando él estaba satisfecho, él movió su mano abajo para masajear sus pechos, acariciandolos un poco antes de deslizarse al centro de su preciosa flor.
—Ugh! Theo, no!—Ella inmediatamente tembló con su toque.
—No seas necia, Ella. Hemos llegado tan lejos, ya no podemos devolvernos, sabes?
—No, no—ella movió su cabeza repetidamente, sus manos empujando contra su pecho. Pero se sentía como si estuviera empujando a una montaña. Theo puso todo su peso, dejando solo sus antebrazos que cayeron en el colchón.
—Solo no te muevas, lo haré yo—ella dijo, luego uso la mano que tenía libre para para agarrar la muñeca que intentaba empujarlo por encima de su cabeza.
En esta posición, ella estaba inmovilizada debajo de él. Para colmo, Theo usó sus rodillas para separarle las pie