Nina vio el carro de Leo alejarse. Trató de recordar dónde había visto antes su rostro; aquellos rasgos apuestos y llamativos debían haber aparecido en algún lugar de su pasado. ¿Pero dónde? Pensó tanto que le dolió la cabeza. Girando el cuello, buscó a su amiga, pero aún no había señal de Ruby saliendo. El joven apuesto ya había entrado a la casa.
Theo caminó hacia el interior y se sorprendió al ver a Ruby allí, a las ocho de la noche. Sus ojos fueron de la caja con pastel al joyero del que su madre estaba escogiendo.
—¿Theo, volviste?
—Sí. Pero, ¿qué está pasando, mamá? —preguntó, dirigiendo primero su mirada hacia Ruby antes de volverla a su hermano.
—Hoy es el cumpleaños de Ruby, Theo, así que quiero darle un regalo. No puedo decidir cuál —dijo su madre. El rostro de Theo se endureció al oír eso.
—¿Está cambiando un pastel por los diamantes de mi mamá?
—¡Theo! No le hables así a Ruby. Eso es terriblemente grosero. Siéntate aquí y ayúdame a escoger —lo regañó enseguida su madr