Me despierto en medio de la cama de Enzo. No sé en qué momento de la noche me quedé dormida, seguramente después de haber bebido mi octava copa de vino. La manada había hecho una celebración por la unión de nuestro lazo hasta bien entrada la madrugada.
Fue extraño, sentir que había familiaridad con ellos, cuando al mismo tiempo hacía poco había querido cazarlos. Todavía mis instintos de cazadora me dicen que debo cuidarme; en especial de Alarick, pero he dejado de sentirme tan a la defensiva al lado de los demás.
Enzo no está por ninguna parte, por un segundo me quedo paralizada al pensar que quizá él y yo hicimos algo anoche, sin embargo, el vestido todavía sigue intacto sobre mi cuerpo, y no me siento diferente.
Me siento en la cama justo cuando la puerta se abre frente a mí. El Alfa viene entrando con una bandeja de comida para mí.
—Buenos días —saluda con una sonrisa.
—¿Qué pasó anoche?
—Te quedaste dormida así que te traje a la habitación.
—¿Y nada más?
Enzo sonríe de medi