COBARDÍA

—¡Vayan tras ellos! —ordena Simon apuntando en la dirección en la que se fueron los lobos.

—¡Maldita sea! No pueden hacer nada bien, no sé para qué me alié con inútiles como ustedes —reniega Ryko mirando con desprecio a Simon.

Al viejo no le gustan muchas cosas, en especial la insolencia de personas menores a él. Camina con decisión y lo toma de la camisa, empujándolo hasta topar con una roca grande que está ahí.

—Escúchame bien muchachito, me tienes harto de tu falta de respeto, de ahora en más, seré yo quien dé todas las ordenes aquí.

Ryko se echa a reír, una carcajada tal que hace que los que están presentes en el campo, volteen a verlo con una ceja enarcada.

—¿De verdad crees que eres tú el que da las órdenes aquí? —pregunta con sorna—. No eres más que mi marioneta.

—¿Qué estás diciendo? Voy a tener que bajarte los humos de una vez por todas —levanta la mano para darle un golpe con el puño en la cara, pero Ryko lo detiene en el aire y le aprieta los dedos presionando la palma.

Sim
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