Subtítulo:
“Cuando los celos despiertan la bestia, la pasión se convierte en territorio marcado.”
La noche en la cabaña era densa, cargada de una tensión que no venía solo del bosque. La chimenea crepitaba, pero el verdadero fuego estaba en la mirada de Kael. Su mandíbula marcada temblaba de la contención que apenas lograba sostener. Kaleb había estado demasiado cerca de Ariadna durante la tarde: sus palabras cargadas de insinuaciones, su mirada deslizándose por cada curva de ella sin pudor.
Ariadna lo había notado.
—Kael… —susurró mientras se despojaba de la chaqueta—. Estás tenso otra vez.
Él la miró, los ojos dorados brillando bajo la luz tenue. Cada músculo de su cuerpo parecía a punto de estallar.
—No vuelvas a dejar que se acerque tanto —gruñó, la voz áspera, cargada de deseo reprimido—. No quiero su olor mezclado con el tuyo.
Ella sonrió apenas, con esa chispa traviesa que tanto lo desarmaba.
—¿Y qué vas a hacer al respecto, alfa?
Fue la chispa que encendió la hoguera. En un s