Subtítulo:
“En la penumbra, no siempre el enemigo viene de afuera.”
El fuego en el bosque ya se había extinguido, pero las brasas aún chisporroteaban como heridas abiertas, arrojando destellos rojos sobre la tierra ennegrecida. El humo se aferraba a los árboles como un presagio, y el silencio que lo acompañaba era tan espeso que cada crujido de rama sonaba como un disparo.
Kael permanecía erguido, los músculos tensos bajo la luz mortecina de la luna, sus ojos ardiendo con un brillo salvaje que pocos se atrevían a sostener. A su lado, Ariadna buscaba su mano casi sin darse cuenta, como si ese contacto pudiera anclarla a la realidad y ahuyentar la sensación de que el mundo que conocía se desmoronaba a su alrededor.
La manada se había reunido en un semicírculo alrededor de las ruinas de la cabaña de Jack. Los murmullos se mezclaban con respiraciones entrecortadas y miradas desconfiadas. Nadie lo decía en voz alta, pero todos sentían lo mismo: ese ataque no había sido casual.
Jack, cubie