Los siguientes tres días fueron una locura en la que muchos lobos se acercaron preocupados para ver como se encontraba Esteban o conseguir una actualización de su estado. Yo había decidido no salir de la habitación: echaba de menos la forja pero alguien tenía que atender los papeles de las dos manadas: me sorprendí cuando vi que no había mucho que hacer porque Esteban había dejado casi todo cerrado. Así que tranquilizaba a las dos manadas, diciendo que todo estaba bien y que se estaba recuperando lentamente, mientras me quedaba a su lado. Isa, Ana y Julián habían conseguido las plantas y habían creado un gotero y unas inyecciones que ayudaban a eliminar las toxinas, y aunque era un remedio efectivo al estar potenciado con magia, seguía siendo lento. Por eso mismo habían montado una pequeña clínica improvisada en la habitación, con algunas máquinas, medicamentos, utensilios y las plantas.
— ¿No hay algo más que podáis hacer? — les pregunté el tercer día, agotada por el insomnio: no habí