~Elena~
—Hay una manera —dije, mordiéndome el labio, pero con una mirada decidida.
—¿Cuál? —preguntó Seth, mirándome fijamente.
—La Magia Devoradora de Alma puede ser purificada, pero solo alguien bendecido por la Diosa de la Luna puede hacerlo, sacrificando su «Fuente de Vida» —expliqué con calma, aunque por dentro mi corazón latía a mil por hora.
—¿Cómo sabes eso? —preguntó Seth, algo desconfiado.
—Me lo contó el Chamán —mentí. Sinceramente, yo había visto a Joanna sufrir por esa magia en mi vida pasada.
—Vamos —dijo Seth, tomándome de la muñeca, apretándome tan fuerte que parecía que quería romperme el hueso.
Corrimos por el bosque hasta la cabaña del Chamán. Adentro, a la luz de unas velas, el viejo Chamán se encontraba moliendo unas hierbas.
—Chamán, ¿es cierto? —dijo Seth sin rodeos—. ¿La Fuente de Vida de una humana puede quitar la Magia Devoradora de Alma?
El Chamán lo miró un poco sorprendido, antes de mirarme, pensativo.
—Sí, Alfa. Pero…
—Pero ¿qué?
—Para un humano, sacar su Fuente de Vida puede ser algo mortal —dijo el Chamán, dejando escapar un suspiro—. Lo más seguro es que ella no sobreviva.
Seth me soltó la muñeca con rabia, se dio la vuelta para quedar de espaldas a mí. Se veía tenso.
—No.
—Yo estoy dispuesta —dije con una voz firme y di un paso al frente.
Seth volteó a mirarme. Por su expresión, supe que no me creía, y que, en lugar de calmarlo, había empeorado la situación.
—¿Estás completamente loca? ¿Por qué demonios querrías hacer algo así?
—Es algo que le debo a Joanna —dije mirándolo fijamente a los ojos—. Y también a ti.
Parecía que iba a decir algo, pero las palabras se le quedaron atoradas en la garganta.
—Chamán, prepara el ritual —ordené antes de que Seth pudiera protestar.
El Viejo Chamán suspiró y se puso a trabajar.
—Alfa, el ritual es muy doloroso. ¿Quieres quedarte?
Seth no contestó, pero por su mirada supe que no se iba a ir.
Una hora después, todo estaba listo. El Chamán pintó unos símbolos raros en el suelo y puso siete velas negras alrededor. Trajeron a Joanna, y su estado era tan terrible que daba escalofríos: tenía la piel tan blanca como un papel, los ojos totalmente negros y unas manchas de sangre negra en la boca.
—Vamos a empezar —dijo el Chamán, haciéndome me hizo una seña para que me acostara en el centro de los símbolos.
Justo ahí, Seth se quitó su chaqueta de cuero y me tapó los ojos con ella
—No mires —susurró con una ternura inesperada—. Dolerá... mucho —añadió, y, por primera vez, su voz fue suave.
En la oscuridad, sentí que estaba cerca de mí.
—Voy a compensártelo… pase lo que pase.
Tras decir esto, el ritual comenzó.
El dolor era sumamente insoportable. Podía escuchar mis propios gritos, mientras sentía que me estaba rompiendo por dentro. Me salía sangre de la nariz, de los oídos y hasta por los ojos.
Entre el dolor, creí ver una luz dorada salir de mi pecho y volar hacia Joanna, y, entonces, sus gritos se mezclaron con los míos.
Luego… todo se oscureció.
***
No sé cuánto tiempo pasó, pero me desperté con el pitido de un monitor cardíaco.
—Ya despertaste.
Volteé la cabeza y vi a Seth sentado junto a mi cama. Se veía cansado y tenía los ojos un poco rojos.
—Joanna… —logré decir, casi afónica.
—Ya está bien —respondió en voz baja—. Gracias a ti.
Cerré los ojos, sentía todo el cuerpo muy débil. Sabía que había perdido casi toda mi energía, pero ese era el precio por dar mi Fuente de Vida.
—¿Por qué lo hiciste? —preguntó con una mezcla de confusión y algo más que no supe descifrar
—Así ya no me debes nada —respondí, esbozando una débil sonrisa—. Ahora puedes estar con Joanna tranquilo.
Pero al ver la cara de Seth vi que mis palabras aparentemente le habían molestado.
—El Chamán dice que vas a tardar mínimo tres meses en recuperarte. Pensé que tal vez... podría llevarte a Seattle. Allí están los mejores hospitales para humanos. Sería una forma de compensarte.
Me dolió escuchar su ofrecimiento, porque era lo mismo de siempre: culpa, no amor.
—No hace falta, Seth —le dije en voz baja—. Yo pienso irme de aquí.
—¿Qué piensas hacer qué? —preguntó, levantándose de la silla.
—Ya no queda ninguna deuda entre nosotros —le dije mirándolo a los ojos—. Anhelo que seas feliz con Joanna.
Seth iba a decir algo, pero, en ese momento, su teléfono empezó a sonar, miró quién era y su expresión cambió por completo.
—Es Joanna… acaba de despertar…
—Ve —dije, y miré hacia otro lado.
Dudó un poco, pero al final se fue.
Cuando la puerta se cerró tras él, me levanté como pude y me cambié la ropa. El Chamán ya había dejado todo listo para mí: los papeles falsos de salida, la medicina y el tiquete del bús que saldría esa noche.
Le dejé una carta al Chamán para que se la diera a Seth:
«Cuando leas esto, ya me habré ido. No trates de buscarme, esta es mi decisión. Ya hice lo que tenía que hacer. Sé feliz, Alfa.»
A las siete de la noche salí del centro médico de la manada sin hacer ruido.
A las diez de la noche, cuando Seth entró corriendo a mi cuarto, solo vio la cama vacía, por lo que el Chamán aprovechó el momento para entregarle la carta.
A medianoche, le llegó la noticia a toda la manada: un autobús que salía del pueblo había perdido el control en una carretera de montaña, cayendo por un barranco y estallando en llamas. En la lista de pasajeros, estaba el nombre: «Elena Miller».
Debido al incendio, los cuerpos estaban calcinados y eran irreconocibles.