Mundo ficciónIniciar sesiónHabían trasladado a los funcionarios de la notaría al Palazzo Montaño. Elara se sintió como una actriz, no había velo ni flores, solo el sonido seco del bolígrafo de Dante Montaño al firmar el contrato matrimonial.
Dante, no la miró, sino que revisó cada cláusula, calculador y frío.
— Un matrimonio de papel — susurró Dante con su voz rasposa — y una coartada bastante sólida contra nuestros enemigos. ¿Lista para ser mi propiedad, Lyra?
— Lista para mi acceso a tus secretos, Montaño — replicó ella, con su voz cargada de hielo.
El Notario asintió con temor, y Elara se inclinó para firmar. Pero justo antes de que su mano tocara el papel, una figura se interpuso.
— Un momento — Vincenzo De Luca sonreía con una mueca de satisfacción.
— Señor De Luca — dijo Elara, con un susurro de sorpresa.
— Lyra — Vincenzo tomó su mano con firmeza y la acercó para besarla en las mejillas, con un gesto lleno de significado, y aprovechó la cercanía para susurrarle — ¡Me alegra ver que la familia De Luca tendrá un aliado en el corazón del imperio Montaño!
Dante asintió sin cordialidad, se toleraban apenas por los negocios.
— ¡Felicidades, Montaño! Nuestra Lyra es un activo valioso, cuídala — Vincenzo devolvió la mano de Elara, pero la caricia en su brazo fue una advertencia, ella había entrado en el juego, pero bajo su supervisión.
Dante sacó una caja de terciopelo.
Dentro, había un anillo monumental, un diamante negro tallado. Dante lo deslizó con intención, sus dedos rozando la piel de Elara, fue un toque que encendió una chispa prohibida.
— ¡Ahora eres mía, mia moglie! — dijo él con posesión.
Minutos después, Dante la arrastró por los pasillos hasta la suite principal. La habitación era gigantesca y lujosa, pero tenía una sola cama.
— A partir de ahora, por razones de seguridad y fachada, compartiremos la misma habitación y la misma cama.
Elara se detuvo, y su respiración se aceleró.
— ¡¿Qué?! No, ¡No voy a dormir aquí!
— Si dormimos separados, Alejandro o la prensa sabrán que es una farsa. Si dormimos juntos, mantengo mi coartada y tu reputación. O ¿Preferirías que Alejandro te rescate de mi cama?
— ¿Cama? — Elara no pudo evitar el tono de desafío.
— Sí, la cama — Dante acortó la distancia, su aliento caliente en su oreja — Tendrás que acostumbrarte a mi presencia. No puedo arriesgarme a que descubran que este matrimonio es una farsa.
Él usaba la seguridad como justificación para su posesión. Elara sintió la rabia y el deseo chocar, la proximidad sería una tortura.
— Tú eres un sociópata — siseó ella.
— Soy tu esposo — corrigió Dante.
— Bien — siseó ella — Pero si me tocas sin mi permiso, te arrepentirás.
— Tranquila — susurró Dante, con una sonrisa de depredador — Por ahora, mi placer es verte sufrir esta tensión. Pero recuerda, si la fachada lo requiere, ¡serás mía!
Elara se refugió en el baño, necesitaba desahogarse.
— Necesitas ver la sonrisa de ese bastardo, Sofía…
La respuesta de Sofía fue inmediata y urgente.
— ¡Peor que eso, Lyra! ¡Alejandro está furioso! Te está espiando, así que necesitas verte cómoda, y enamorada.
Elara cerró los ojos. La furia de Alejandro era tan peligrosa como Dante.
— ¿Qué tan cerca está la vigilancia?
— En la ventana principal, se vería toda la habitación... toda la cama. ¡Vas a tener que actuar, Lyra, y actuar bien!
— ¡Lo haré!
Cuando regresó, Dante solo llevaba su camisa que se estiraba sobre sus hombros. Y su tensión era palpable.
— Alejandro te ha llamado tres veces, te cree secuestrada. El cretino nos está observando desde la ventana de allá — dijo, señalando hacia la propiedad contigua.
— Él es un imbécil obsesionado — espetó Elara.
— Lo sé, por eso esta noche, Lyra, tienes que ser una esposa enamorada. Si no nos ve actuar con intimidad, te usará para hundirme.
Elara se sintió sofocada. Tenía que fingir ser la esposa enamorada de un hombre al que deseaba, más de lo que odiaba.
El teléfono de Elara vibró, era un número desconocido, así que contestó con cautela.
— ¡No te atrevas a colgarme, Lyra! — La voz furiosa de Alejandro estaba al límite.
— ¿Alejandro?
— ¡No te cases con él! ¡Sé que te está obligando! ¡Es un asesino! ¡Lo haré pagar! ¡Él te está usando!
Elara miró a Dante, quien la observaba con el control de un cazador.
— ¡Él es mi esposo ahora, Alejandro! No llames más, no quiero problemas — Su voz era temblorosa, fingiendo terror.
— ¡Mientes! ¡Sé que mientes! No te dejaré en paz, Lyra, te voy a rescatar de ese animal, ¡No lo olvides!
Alejandro colgó, y Elara dejó caer el teléfono, sintiéndose violentada por la intrusión.
— Ese imbécil te desea, y ahora está furioso — dijo Dante, con su voz baja y posesiva.
— No me importa lo que piense — replicó Elara.
— Deberías, él es el fiscal — Dante se acercó, y la distancia se evaporó — y, ahora, tendremos que hacer un show para él...
Se inclinó, y la besó. Fue un beso para la fachada, pero la cercanía, la adrenalina y el hecho de saber que estaban siendo observados, lo hizo diez veces más intenso.
Elara se vio obligada a responder, rodeó su cuello y lo besó con una voracidad que se suponía debía fingir. Dante se separó lentamente, sus ojos grises eran de un fuego oscuro.
La noche cayó con una pesadez insoportable.
Elara se puso un camisón de seda negra, era la vestimenta perfecta para la batalla. Dante se desvistió y se dirigió a la cama.
— Bien, ¡Ahora, a dormir! — ordenó — Tenemos que parecer una pareja, Alejandro está observando.
Elara se deslizó en la cama, pegada al borde, y Dante se acostó junto a ella. Intentó mantener la respiración superficial, pero la proximidad de su cuerpo musculoso la asfixiaba.
Minutos después, cuando Elara creyó que él dormía, Dante se giró. Su brazo se extendió y la sujetó con una fuerza que le quitó el aliento. Su pecho musculoso se pegó a su espalda.
— Quédate quieta, Lyra — gruñó Dante somnoliento, su cálido aliento rozó su cuello — Si estás tan lejos, Alejandro lo notará.
Elara luchó brevemente, pero el brazo de Dante era un hierro caliente. Él la inmovilizó, haciendo su posesión total. Y así, sintiendo la rigidez de su cuerpo contra el suyo, se durmieron.
Elara cerró los ojos, sintiéndose atrapada, deseada y peligrosamente cerca de fallar en su venganza.







