Una fuerte bofetada resonó en la pequeña habitación que Destiny compartía con Sierra. Esta observó a su madre, el rostro surcado por una expresión de dolor. No era la primera vez que la golpeaba, pero esta vez, la herida era profunda.

―Cada día no haces más que decepcionarme, no haces más que enfadarme. Debí dejarte en aquel maldito basurero donde te encontré, porque solo me das vergüenza y enojos ―dijo la mujer con furia. Sierra bajó la cabeza.

No pronunció una sola palabra. Sabía que, si se disculpaba, su madre se enojaría aún más. Ya no era una novedad para ella.

―¿No vas a decir nada, maldita niña? ¿Acaso quieres volverme loca? Dímelo... ¡Maldita huérfana asquerosa!

Sierra apretó los labios con rabia. Odiaba que su madre la tratara de esa manera, pero se mantuvo en silencio.

―¿Sabes por qué te tengo bajo mi mano? ¿Sabes por qué tienes mi apellido?

Claro que lo sabía. Sierra no era tonta. Su madre la había adoptado porque Stephan le había dicho que ella era preciosa, que le recorda