Destiny observaba las luces de la ciudad pasar por la ventanilla del coche. El silencio era un ruido ensordecedor que se interponía entre ella y Alaric.
Su furia seguía latente, una brasa que no se apagaba. La humillación en la fiesta había sido profunda, un recordatorio brutal de la clase de personas con las que él se movía, y de la clase de persona que él era.
A su lado, Alaric iba sumido en un arrepentimiento silencioso. La noche, que él había planeado como su gran debut, había sido un completo desastre.
—La próxima vez… —dijo Alaric, rompiendo el silencio, su voz cargada de decisión.
—No habrá una próxima vez —lo cortó Destiny de un tajo, sin siquiera mirarlo—. Parece, señor Winter, que no comprende la situación. No estoy dispuesta a dejarme humillar, punto.
Su voz sonaba tan llena de decisión y enojo que a Alaric le dio un vuelco el corazón. Unas ganas terribles de besarla lo poseyeron.
Desde el primer día que había probado sus labios, no había dejado de pensar en ellos, pero la