De regreso en su oficina, Alaric se sintió solo y furioso. La imagen de Jared poniendo su mano sobre la espalda de Rachel, el sonido de las risas de su hija, y el desprecio de Orión, todo se repetía en su mente. "Un inútil," "un tonto," "un cobarde." Las palabras de Rachel resonaban en él como una sentencia.
Sin contar con el hecho de que la añoranza hacia su pequeña era tan grande que hacía que su corazón doliera demasiado. ¿Cómo era que él había perdido todo esto? ¿Cómo era que Jared North ahora era quien hacía aquellas cosas que debía hacer él? La furia, la envidia y los celos lo poseían por completo.
—Mi señor, veo que ha llegado, ¿logró entregar el informe a los Blaine? ¿Qué clase de plan han trazado? —El secretario habló con un tanto de precaución, pues el rostro de su jefe no se veía para nada bien.
Y algo le decía que, a la más mínima palabra equivocada, él podría ser la víctima en aquella situación, por lo que optó por ser precavido.
—Los Blaine me han dado una idea, todo est