Aaron esperó hasta la hora del almuerzo antes de acercarse a la oficina de Katerina. Se había tomado su tiempo en decidirlo, pero después de lo que había ocurrido con Anya, sentía la necesidad de fortalecer su vínculo con su esposa. Katerina no era una mujer frágil, pero él quería asegurarse de que, al menos, supiera que no estaba sola en esta nueva vida que compartían.
Al llegar, la encontró revisando unos documentos, completamente concentrada. Se detuvo en la puerta por un momento, observándola. Había algo en la forma en que su ceño se fruncía levemente cuando analizaba algo con atención, la manera en que su mano jugueteaba inconscientemente con el borde de las hojas. Era detallista, meticulosa y entregada a su trabajo, cualidades que admiraba en cualquier persona, pero que en ella despertaban algo más.
Tocó la puerta suavemente, llamando su atención.
—Es hora del almuerzo —dijo, inclinándose contra el marco de la puerta.
Katerina levantó la vista y parpadeó, como si apenas se diera