A la mañana siguiente, los ojos de Miguel se abrieron con demasiada dificultad. La luz que se filtraba por la ventana lo enceguecida y su cabeza aún sentía que daba vueltas, por lo que la sujetó con fuerza mientras se incorporaba y apoyaba su espalda contra la cabecera de la cama.

Su cabeza aún daba vueltas con lo sucedido en la noche. Los recuerdos de esas imágenes tan vívidas lo invadían por completo. Luego, sintió que algo se movía a su lado. Era Clara, pequeña, débil, su cuerpo desnudo cubierto por apenas una manta.

Los ojos de Miguel se abrieron debido a la sorpresa que le ocasionó. Quizá, la había confundido con Sofía en medio de la noche. Su interior se removió con cierta culpa, pero que rápidamente aplacada por la ira que crecía dentro de él, por el insólito acto de Clara, y, con cada segundo que pasaba, su enojo duplicaba su tamaño.

—¿Miguel? —balbuceó ella apenas despertó, miró a los lados confundida como si estuviera procesando en dónde se encontraba—. ¿Qué pasó…?

—No te ha