Unos tacones se movían con desesperación de un lado a otro mientras Lauren vaciaba de un trago su copa.
—¡Maldita sea! El imbécil de Ernesto no debía irse de la mansión justo ahora. —Chasqueó la lengua—. Seguro la perra de Gracia ya se dio cuenta de que fue una trampa, espero que haya funcionado.
—Hija —replicó María, más cansada que indignada—, necesitamos un golpe de verdad. Eso de correos y fotos no va a funcionar. Si queremos recuperar la compañía de tu padre, no podemos seguir tirando el poco dinero que nos queda en idioteces.
—Mira, madre. Gracia arruinó nuestras vidas. Por culpa de esa maldita estamos viviendo así. Quiero que sufra lento, que pague todo. —Lauren apretó la copa con los nudillos blancos—. Y dime, ¿cómo recuperamos la empresa si cambió la razón social? Si nosotras ya no pertenecemos a ese lugar, Gracia nos borró hasta del ultimo documento.
—Vamos a buscarla. ¡Somos su familia!. Fingimos arrepentimiento, pedimos ayuda, nos deja entrar… y desde adentro la hundimos.